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—Es decir, la parte fraudulenta del proyecto no te interesa, pero tienes un gran<br />

interés por corregir la obra, ¿no?<br />

—Exacto. Se trata de algo más que un gran interés. Si hay que corregir La crisálida<br />

de aire, no me gustaría dejar esa tarea en manos de otro que no sea yo.<br />

—Entiendo —dijo el profesor. Y puso cara de haberse metido por equivocación<br />

algo ácido en la boca—. Entiendo. Creo que comprendo más o menos lo que sientes.<br />

Entonces, ¿cuál es el objetivo de Komatsu? ¿Dinero o fama?<br />

—Para serle franco, yo tampoco sé qué piensa el señor Komatsu —dijo Tengo—.<br />

Sin embargo, tengo la sensación de que lo que lo motiva es algo más grande que el<br />

dinero o la fama.<br />

—¿Como qué?<br />

—Aunque seguro que él mismo no lo reconocería, el señor Komatsu es una<br />

persona cautiva de la literatura. El sólo busca una cosa: encontrar por lo menos una<br />

vez en la vida algo que sea auténtico a todas luces, y servírselo en bandeja a la<br />

sociedad.<br />

El profesor observó fijamente su cara durante un rato.<br />

—Por lo tanto, cada uno tiene su motivación. Y no se trata de fama ni de dinero.<br />

—Eso creo yo.<br />

—De todas formas, sea cual sea la naturaleza de la motivación, como has dicho,<br />

el proyecto es sumamente arriesgado. Si en alguna de las fases se desvelara la<br />

verdad, se convertiría, sin duda, en un escándalo y todos los reproches de la gente<br />

recaerían sobre vosotros dos. La vida de Eri podría sufrir una herida mortal. Eso es lo<br />

que más me inquieta de todo este asunto.<br />

—Es normal que esté preocupado —admitió Tengo, asintiendo—. Tiene usted<br />

razón en lo que dice.<br />

El espacio que separaba aquel par de espesas cejas negras se encogió un<br />

centímetro.<br />

—No obstante, deseas corregir la obra de tu propio puño y letra, aunque, como<br />

consecuencia, estés poniendo a Eri en peligro.<br />

—Como le he dicho hace un momento, esa determinación está fuera del alcance<br />

del raciocinio o el sentido común. Desde luego, yo quiero proteger a Eri en todo lo<br />

posible, pero tampoco puedo garantizar que no vaya a correr ningún riesgo. Si lo<br />

hiciera, estaría mintiendo.<br />

—Ya veo —dijo el profesor. Entonces carraspeó, como para cambiar de tema—.<br />

De todos modos, me pareces una persona sincera.<br />

—Por lo menos, intento serlo en la medida de lo posible.

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