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—¿El que le resalta el pecho?<br />

—Sí, ahora que lo dices, ése. Le hacía un pecho bonito. Como recién salido del<br />

horno —dijo Komatsu—, Mira, Tengo, esta chica va a hacerse famosísima como<br />

literata prodigio. Tiene un buen look y, aunque habla de manera un poco rara, es<br />

bastante inteligente. Sobre todo, posee un aire excepcional. Hasta el día de hoy he<br />

asistido al debut de muchos escritores, pero esta chica es especial. Y cuando digo<br />

especial me refiero a especial de verdad. Dentro de una semana, la revista en la que<br />

se va a publicar La crisálida de aire estará en los escaparates de las librerías. Te hago<br />

una apuesta. Me juego la mano izquierda y la pierna derecha a que la revista se<br />

agotará en tres días.<br />

Tengo le dio las gracias por haberse tomado la molestia de informarlo y colgó el<br />

teléfono. Entonces se sintió un tanto aliviado. Después de todo, al menos había<br />

superado la primera barrera. Aunque no tenía ni idea de cuántas vendrían a<br />

continuación.<br />

La crónica de la rueda de prensa se publicó en la edición vespertina del día<br />

siguiente. Al volver de su trabajo en la academia, Tengo se paró a comprar cuatro<br />

periódicos en el quiosco de la estación, regresó a casa y los leyó comparándolos. En<br />

todos el contenido era más o menos el mismo. No eran artículos demasiado largos,<br />

pero, para tratarse de una noticia sobre un premio de una revista literaria, la<br />

presentación era excepcional (en la mayoría de los casos lo despachaban en cinco<br />

líneas). Como Komatsu había predicho, los medios de comunicación se precipitaron<br />

en cuanto se enteraron de que una chica de diecisiete años había ganado el premio.<br />

En los artículos decía que un jurado compuesto por cuatro miembros había elegido<br />

ganadora por unanimidad su obra, La crisálida de aire. El jurado terminó en quince<br />

minutos, sin ningún tipo de discusión previa. Era algo inusitado. Que cuatro<br />

obstinados escritores se reunieran y la opinión de los cuatro coincidiera era algo que<br />

no pasaba todos los días. La obra ya había ganado cierta fama en el mundillo. En la<br />

sala del hotel donde se había celebrado la ceremonia de entrega del premio se realizó<br />

una pequeña rueda de prensa y ella contestó «lúcida y risueña» a las preguntas de los<br />

periodistas.<br />

A la pregunta de si iba a seguir escribiendo en el futuro, respondió: «La escritura<br />

no es más que una forma de expresar mis ideas. Esta vez he elegido, por casualidad,<br />

la novela, pero no sé qué forma podría adoptar la próxima vez». Le resultaba<br />

increíble que Fukaeri pudiera haber pronunciado todas esas largas oraciones de una<br />

sola vez. Quizá los periodistas habían unido sus breves frases, habían completado las<br />

lagunas como mejor les había parecido y lo habían juntado todo. Aunque quizás<br />

había hablado así en realidad. No había nada que pudiera afirmarse a ciencia cierta<br />

sobre Fukaeri.<br />

Ante la pregunta de «¿Qué obras le gustan?» mencionó, desde luego, el Heike<br />

monogatari. Hubo un periodista que le preguntó cuál era la parte que más le gustaba.

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