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AOMAME<br />

¿Qué hago?<br />

Capítulo 21<br />

Esa noche Aomame salió al balcón, vestida con un chándal de deporte gris y<br />

unas zapatillas, para ver la Luna. En la mano llevaba una taza de chocolate caliente.<br />

Hacía mucho tiempo que no le apetecía beber chocolate. En la cocina había<br />

encontrado dentro de un armario un bote de cacao Van Houten y, nada más verlo, le<br />

entraron ganas de tomarse una taza. Al sudoeste, en el cielo despejado, sin una sola<br />

nube, pendían con nitidez las dos lunas. Una grande y otra pequeña. En vez de<br />

suspirar, Aomame emitió un pequeño gemido desde el fondo de su garganta. La<br />

daughter había nacido de la crisálida de aire y la Luna se había multiplicado por dos.<br />

1984 había pasado a ser 1Q84. El viejo mundo había desaparecido y ya nunca<br />

volvería.<br />

Se sentó en la silla de jardín que había en el balcón, tomó un sorbo de chocolate<br />

caliente y, mientras observaba las dos lunas con los ojos entornados, se esforzó por<br />

recordar el viejo mundo. Pero de lo único de lo que se acordaba era de la cauchera<br />

que tenía en el antiguo piso. «¿Dónde estará ahora? ¿Estará cuidando Tamaru la<br />

maceta como me prometió por teléfono? Tranquila. No te preocupes», se dijo<br />

Aomame a sí misma. «Tamaru es un hombre de palabra. Si fuera necesario, no<br />

dudaría ni un instante en matarte, pero aun así cuidaría de tu cauchera hasta el<br />

último momento.<br />

»Pero ¿por qué me preocupa tanto esa cauchera?»<br />

Aomame nunca le había dedicado un solo segundo de sus pensamientos a esa<br />

cauchera hasta que la había abandonado y se había marchado del piso. En realidad<br />

era una cauchera insulsa. Tenía un color pálido y se veía a primera vista que no<br />

estaba bien. La había comprado de rebajas por mil ochocientos yenes, pero al ir a<br />

pagar a la caja, sin ella decir nada, se la habían dejado en mil quinientos. Si hubiera<br />

regateado, probablemente se la habrían vendido aún más barata. Seguro que llevaba<br />

bastante tiempo ahí sin que nadie la comprara. Mientras volvía a casa con la maceta

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