13.05.2013 Views

pablo.pdf

pablo.pdf

pablo.pdf

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Komatsu le había dicho:<br />

«Tengo, míralo de esta manera: si en el cielo hubiera una sola luna, al lector no le<br />

sorprendería. ¿No te parece? Pero no creo que haya visto nunca dos lunas flotando<br />

en el cielo. Cuando en una novela se incluye algo que ningún lector ha visto en su<br />

vida, es necesario describirlo con todo detalle y precisión».<br />

Era una opinión razonable.<br />

Sin dejar de mirar al cielo, Tengo volvió a sacudir levemente la cabeza. La nueva<br />

luna tenía la forma y el tamaño exactos con que Tengo se la había imaginado y<br />

descrito. Incluso el contexto metafórico era prácticamente idéntico.<br />

«No puede ser», pensó Tengo. ¿Qué clase de realidad imita una metáfora? «No<br />

puede ser», intentó decir en voz alta. La voz apenas le salió. Tenía la garganta reseca,<br />

como después de haber corrido una larga distancia. Aquello era a todas luces<br />

imposible. «Es un mundo ficticio. Un mundo que no existe en la realidad.» Era el<br />

mundo de un relato fantástico que le contaba cada noche Fukaeri a Azami y al que<br />

Tengo había dado consistencia en forma de texto.<br />

«¿Querrá decir», se preguntó Tengo a sí mismo, «que estoy en el mundo de la<br />

novela? ¿Y si me hubiera alejado por algún motivo del mundo real y me hubiera<br />

introducido en el mundo de La crisálida de aire? ¿Como Alicia cuando se cayó por la<br />

madriguera del Conejo? ¿O es que se ha modificado el mundo real a imagen y<br />

semejanza de lo que se cuenta en La crisálida de aire? ¿Querrá decir que el mundo<br />

original —el mundo de toda la vida con una sola luna— ha dejado de existir?<br />

¿Tendrá la Little People algo que ver con todo esto?»<br />

Miró a su alrededor en busca de respuestas, pero el paisaje que se desplegaba<br />

ante sus ojos era el de una urbanización metropolitana de lo más normal. No se<br />

detectaba ningún cambio, nada inusual. La Reina de Corazones, la Morsa y el<br />

Sombrerero Loco no estaban allí. Lo único que había a su alrededor era el cajón de<br />

arena y el columpio desiertos, la farola de mercurio que esparcía su luz inorgánica, el<br />

olmo de agua con las ramas desplegadas, los aseos públicos cerrados con llave, el<br />

edificio nuevo de seis plantas (sólo las ventanas de cuatro pisos estaban iluminadas),<br />

un tablón de anuncios del barrio, una máquina expendedora roja con la marca de<br />

Coca—Cola, un viejo modelo de Volkswagen Golf de color verde mal aparcado,<br />

postes y tendido eléctrico y un letrero de neón de colores primarios a lo lejos. El<br />

ruido de siempre, las luces de siempre. Tengo llevaba siete años viviendo en Kōenji.<br />

No se había instalado allí porque le gustara especialmente. Había encontrado por<br />

casualidad un piso de alquiler barato, bastante cerca de la estación, y se había<br />

mudado. Le resultaba cómodo para ir al trabajo y simplemente se había quedado allí<br />

porque mudarse era un engorro. Sin embargo, estaba familiarizado con aquel paisaje<br />

y si hubiera algún cambio se habría dado cuenta de inmediato.<br />

¿Desde cuándo existía esa otra Luna? Tengo no sabría decirlo. A lo mejor las dos<br />

lunas estaban allí desde hacía años y él no se había percatado. Había otras muchas

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!