13.05.2013 Views

pablo.pdf

pablo.pdf

pablo.pdf

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

través de la rendija que había entre el antepecho de plástico opaco y el barandal<br />

metálico. Si él mirase hacia arriba, no podría ver a Aomame. Además, el hombre<br />

estaba absorto contemplando las lunas, y parecía que ni se le pasaba por la cabeza la<br />

idea de que alguien pudiera estar viéndolo.<br />

Aomame se tranquilizó y exhaló con calma el aire que había contenido en el<br />

pecho. Entonces aflojó los dedos y soltó la culata de la pistola sin dejar de observar al<br />

hombre. Desde su posición, sólo lo veía de perfil. La farola del parque lo iluminaba<br />

desde lo alto. Era un hombre alto, ancho de hombros. El pelo, que parecía duro, lo<br />

tenía corto, y vestía una camiseta de manga larga que llevaba remangada hasta los<br />

codos. No llegaba a ser guapo, pero tenía unas facciones agradables. La forma de su<br />

cabeza tampoco estaba mal. Con algunos años más, y si el pelo le raleara, seguro que<br />

estaría estupendo.<br />

En ese momento, Aomame se percató de algo.<br />

«Ése es Tengo.<br />

»No puede ser», pensó Aomame. Sacudió la cabeza varias veces con resolución y<br />

movimientos cortos. Era absurdo; estaba claro que se había equivocado. Era<br />

imposible que un reencuentro tan afortunado pudiera ocurrir. A Aomame le costaba<br />

respirar con normalidad. Su organismo se encontraba turbado. Su voluntad y sus<br />

actos no se coordinaban. «Tienes que observarlo bien otra vez.» Pero era incapaz de<br />

enfocar la vista. Parecía que de repente, por alguna reacción, había un gran<br />

desequilibrio entre la visión del ojo izquierdo y la del ojo derecho.<br />

Inconscientemente, frunció el semblante.<br />

«¿Qué hago?»<br />

Se levantó de la silla de jardín y miró absurdamente a su alrededor. Luego se<br />

acordó de los pequeños prismáticos Nikon que había en el aparador de la sala de<br />

estar y fue por ellos. Con los prismáticos en mano volvió deprisa al balcón y miró<br />

hacia el tobogán. El hombre joven seguía allí, en la misma postura. Estaba de perfil,<br />

mirando al cielo. Con dedos temblorosos, Aomame enfocó los prismáticos y observó<br />

de cerca aquel perfil. Contuvo el aliento y se concentró. «No hay duda. Es Tengo.» A<br />

pesar de los veinte años que habían transcurrido. Aomame lo reconoció. No era otro<br />

sino Tengo.<br />

Lo que más la sorprendió fue que su apariencia apenas había cambiado desde los<br />

diez años. Como si el niño de diez años hubiera cumplido treinta tal cual. No era que<br />

pareciese un niño. Desde luego, su cuerpo había crecido, su cuello se había hecho<br />

más robusto, y los rasgos de su rostro eran los de un adulto. Su semblante también<br />

era ahora más profundo. Las manos, apoyadas sobre las rodillas, se veían grandes y<br />

fuertes. Totalmente distintas de las que ella había tocado en el aula de la escuela<br />

hacía veinte años. Y sin embargo, el aura que su fisonomía emanaba era la misma<br />

que la del Tengo a los diez años. Su cuerpo, firme y recio, le hacía sentir un calor<br />

natural y un profundo sosiego. Deseaba apoyar la mejilla contra su pecho. Lo deseaba

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!