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las que había que pasar, las alusiones a posibilidades, los encontronazos de opiniones<br />

difíciles de evitar...; a poder ser, prefería no tener que cargar con todos esos<br />

incordios.<br />

El concepto del deber siempre lo había hecho temblar, echarse atrás. Toda su<br />

vida la había pasado evitando, ingeniosamente, tener que verse en posiciones que le<br />

exigieran deberes. Vivir una vida tranquila, libre, él solo, sin enredarse en las<br />

complejidades de las relaciones humanas, evitando en la medida de lo posible que<br />

las normas lo ataran y sin andar prestando o pidiendo prestado: eso era lo que había<br />

buscado de forma constante. Por ello había estado dispuesto a tolerar las desventajas<br />

más comunes.<br />

Para poder huir del deber, Tengo había aprendido, de las efímeras fases de la<br />

vida, la manera de no hacerse destacar. Se había esforzado por dosificar sus<br />

habilidades delante de los demás, no expresar su opinión personal, evitar salir al<br />

frente y reducir al mínimo su presencia. Desde pequeño se había puesto en situación<br />

de tener que sobrevivir por sus medios, sin depender de nadie. Pero un niño no tiene<br />

ningún medio real. Por eso, en cuanto el viento empezaba a soplar, se escondía tras<br />

una cosa, se aferraba a algo e intentaba no salir volando. Necesitaba estar siempre<br />

preparado. Como los huérfanos de las novelas de Dickens.<br />

Se podía decir que hasta entonces todo le había salido más o menos bien. Se<br />

había escabullido de todos los deberes. No se había quedado en la universidad, no<br />

tenía un empleo formal, no se había casado, tenía un trabajo que le daba relativa<br />

libertad, había encontrado una pareja sexual que lo satisfacía (y que pedía poco de él)<br />

y aprovechaba todo su tiempo libre para escribir novelas. Tenía un mentor literario<br />

llamado Komatsu, gracias al cual obtenía trabajos literarios con cierta regularidad.<br />

Sus novelas aún no habían visto la luz del día, pero, por ahora, no había nada en su<br />

vida que lo incomodara. No tenía amigos íntimos, ni una pareja con la que estuviera<br />

comprometido. Hasta entonces había salido y mantenido relaciones sexuales con<br />

unas diez chicas, pero ninguna le había durado demasiado. Sin embargo al menos<br />

era libre.<br />

No obstante, desde que había corregido La crisálida de aire de Fukaeri se habían<br />

producido algunos estragos en esa vida de paz. En primer lugar, se había visto<br />

inmerso prácticamente a la fuerza en el arriesgado plan que Komatsu había ideado.<br />

Aquella bella chica había sacudido su corazón desde un extraño ángulo. Y al corregir<br />

La crisálida de aire parecía que se había producido algún cambio en su interior, gracias<br />

al cual se había apoderado de él un fuerte entusiasmo por escribir su propia novela.<br />

Ésos eran cambios para mejor, por supuesto. Sin embargo, era verdad que, al mismo<br />

tiempo, el círculo vital de autosatisfacción que hasta entonces había logrado<br />

mantener prácticamente intacto se veía amenazado por ciertas alteraciones.<br />

De todos modos, al día siguiente era viernes. Su novia iría a visitarlo. Y antes<br />

tenía que preocuparse de llevar a Fukaeri a algún sitio.

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