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—Muchas gracias —dijo Aomame, pero no cambió de postura, esperando<br />

nuevas palabras.<br />

La señora volvió a guardar silencio durante un rato. Tenía algo que decir, pero a<br />

lo mejor, al contarlo, la realidad a la que se iba a referir podría tornarse más auténtica<br />

que la propia realidad. Prefería posponer ese punto para un poco más adelante. Ése<br />

era el sentido de aquel silencio. Miró de reojo la pecera que estaba a su lado. Luego,<br />

resignada, por fin miró de frente a Aomame. Tenía los labios completamente<br />

cerrados, con las comisuras algo levantadas a propósito.<br />

—¿Le ha comunicado Tamaru que la perra que vigilaba la casa de acogida ha<br />

muerto en circunstancias extrañas? —preguntó la anciana. —Sí.<br />

—Pues después de eso, Tsubasa ha desaparecido.<br />

Aomame frunció un poco el ceño.<br />

—¿Ha desaparecido?<br />

—Se ha esfumado. Probablemente haya ocurrido de noche. Esta mañana ya no<br />

estaba.<br />

Aomame frunció los labios y buscó las palabras adecuadas. Éstas tardaron en<br />

salir.<br />

—Pero..., según tenía entendido, Tsubasa siempre dormía con alguien en la<br />

misma habitación, por si acaso.<br />

—Así es. Sin embargo, por lo visto la chica que dormía con ella se quedó<br />

profundamente dormida y no se dio cuenta de que había desaparecido. Al amanecer,<br />

Tsubasa no estaba en el futón.<br />

—El pastor alemán muere y, al día siguiente, Tsubasa desaparece —dijo<br />

Aomame para confirmar los hechos.<br />

La señora asintió.<br />

—Por ahora no sabemos con certeza si existe alguna relación entre una cosa y<br />

otra. Pero yo creo que probablemente hay alguna conexión.<br />

Sin motivo aparente, Aomame miró hacia la pecera sobre la mesa. La señora hizo<br />

lo mismo, siguiendo los ojos de Aomame. Los cuatro peces de colores, impasibles,<br />

iban y venían dentro del estanque de cristal, moviendo ligeramente las aletas. La luz<br />

estival se refractaba de manera extraña en la pecera y producía la ilusión de estar<br />

observando un misterioso fragmento de las profundidades marinas.<br />

—Estos peces los compré para Tsubasa —le explicó la señora a Aomame,<br />

mirándola a la cara—. Había una pequeña feria en el mercado de Azabu y me llevé a<br />

Tsubasa a dar un paseo. No me parecía bueno que se pasara todo el tiempo<br />

encerrada en casa. Tamaru también vino, claro. En uno de los puestos de la feria<br />

compramos la pecera con los peces de colores. A la niña los peces de colores le<br />

llamaban mucho la atención. Los puso en su habitación y se pasaba todo el día

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