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—¿Cree que la patada en los testículos funcionaría con Tamaru?<br />

Aomame negó con la cabeza.<br />

—Probablemente no. Tamaru ya la conoce. Si alguien con conocimientos le lee a<br />

uno los movimientos que va a realizar, no hay recurso que valga. La patada en los<br />

testículos sólo funciona frente a aficionados no acostumbrados al combate real.<br />

—¿Quiere decir que sabe que Tamaru no es un «aficionado»?<br />

Aomame midió sus palabras.<br />

—Así es. Tiene un aire diferente al de la gente normal.<br />

La señora le echó nata al té negro y lo removió despacio con la cucharilla.<br />

—En aquella ocasión, su contrincante era un aficionado, ¿verdad? ¿Era un<br />

hombre grande?<br />

Aomame asintió, pero no dijo nada. El hombre era de complexión robusta y<br />

también parecía fuerte. Sin embargo, había bajado la guardia, con soberbia, porque<br />

ella era mujer. Hasta entonces, nunca una mujer le había pateado los testículos, ni se<br />

le había pasado por la cabeza que pudiera ocurrirle.<br />

—¿Lo hirió? —preguntó la señora.<br />

—No, no lo herí. Sólo sintió un dolor agudo durante un buen rato.<br />

La anciana se quedó callada durante un instante. Luego le hizo una pregunta.<br />

—¿Ha atacado a algún hombre alguna vez? Me refiero a infligirle una herida a<br />

propósito, no a provocarle dolor, simplemente.<br />

—Sí —respondió Aomame. Contar mentiras no era su especialidad.<br />

—¿Me puede contar cómo fue?<br />

Aomame negó con un pequeño movimiento de cabeza.<br />

—Lo siento mucho, pero me cuesta hablar de ello.<br />

—Está bien. Es normal que le cueste hablar de ello. No hace falta que me lo<br />

cuente si no quiere —dijo la señora.<br />

Las dos bebían té en silencio, mientras pensaban cada una en cosas diferentes.<br />

Poco después la señora habló.<br />

—Pero si alguna vez sintiera que no le importa hablar de ello, ¿me contaría lo<br />

que ocurrió?<br />

—Tal vez algún día pueda contárselo. O quizá nunca pueda. Para serle sincera,<br />

ni yo misma lo sé.<br />

La anciana miró a Aomame a la cara durante un rato. Luego le aclaró:<br />

—No se lo preguntaba por morbosidad.

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