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Aomame se la toqueteó con picardía y se la puso dura. Se quitó la blusa y la<br />

falda.<br />

—Te parece que tengo las tetas pequeñas, ¿no? —dijo con voz fría, mientras<br />

miraba al hombre desde arriba—. Seguro que te ríes de mí, porque tú tienes la polla<br />

grande y yo tengo las tetas pequeñas. Como si yo saliera perdiendo, ¿no?<br />

—No, no me lo parece. No tienes el pecho tan pequeño. La forma es preciosa.<br />

—¡Vaya!—dijo Aomame—. Mira, te aviso de que yo no llevo siempre sujetadores<br />

con encajes llamativos. Me lo puse porque no me quedaba más remedio, por el<br />

trabajo. Para enseñar un poco de chicha.<br />

—¿Qué clase de trabajo era?<br />

—¿Pero no te lo he dicho hace un rato? Ahora mismo no quiero hablar sobre el<br />

trabajo. De todas formas, fuera el trabajo que fuera, ser mujer es duro.<br />

—Ser hombre y sobrevivir, también es duro.<br />

—Pero si no te da la gana, no tienes por qué ponerte un sujetador con encajes.<br />

—Sí, es verdad, sin embargo...<br />

—Pues no hables como si lo entendieras. Ser mujer es mucho más duro que ser<br />

hombre. ¿Alguna vez has bajado unas escaleras de emergencia con unos zapatos de<br />

tacón? ¿Alguna vez has saltado una verja con una minifalda ceñida?<br />

—Lo siento —el hombre se disculpó con sinceridad.<br />

Ella se llevó las manos a la espalda, se desabrochó el sujetador y lo lanzó al<br />

suelo. Se quitó las medias desenrollándolas y también las tiró al suelo. Luego se<br />

acostó en la cama y empezó a toquetear de nuevo el pene del hombre.<br />

—¡Eh! Cada vez se pone mejor. ¡Vaya, vaya! Tiene buena forma, se está<br />

acercando al tamaño ideal y además se está poniendo dura como una cepa.<br />

—Te agradezco que me digas todo eso —dijo el hombre, aliviado.<br />

—Escucha, esta chica te va a tratar con cariño a partir de ahora. Voy a hacer que<br />

te estremezcas de placer.<br />

—¿No sería mejor que nos diéramos una ducha antes? Estoy sudando...<br />

—¡Cállate! —dijo Aomame. Entonces le toqueteó con los dedos el testículo<br />

derecho, como advirtiéndole—. Mira, yo he venido aquí a echar un polvo. No he<br />

venido a ducharme. ¿Te queda claro? Primero follamos. Follamos a más no poder.<br />

Me importa una mierda el sudor. Yo no soy una tímida colegiala.<br />

—Entendido —dijo el hombre.<br />

Cuando acabaron de hacer el amor, mientras acariciaba con los dedos la nuca<br />

desnuda del hombre, que estaba tendido boca abajo, como si estuviera rendido,<br />

Aomame sintió un fuerte deseo de clavarle una aguja puntiaguda en aquel punto

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