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—Pero haber llamado y que alguien haya contestado, no significa que la Nueva<br />

Asociación para el Fomento de las Ciencias y las Artes de Japón tenga que existir —<br />

dijo Tengo.<br />

—Eso es cierto. Por supuesto, podría ser una farsa muy elaborada. Porque<br />

bastaría con instalar un teléfono y contratar un número. Como en la película de El<br />

golpe. Pero ¿por qué iban a hacer algo así? Tengo, no te lo tomes a mal, pero por tu<br />

aspecto nadie diría que tienes tanto dinero como para que te extorsionen.<br />

—No tengo nada —dijo Tengo—, aparte de alma.<br />

—Es como esa historia en la que aparece Mefistófeles —dijo ella.<br />

—Quizá debería ir a esta dirección y cerciorarme de si la oficina existe o no.<br />

—Avísame cuando sepas algo, ¿vale? —le dijo ella mientras se inspeccionaba la<br />

manicura de las uñas con los ojos entrecerrados.<br />

La Nueva Asociación para el Fomento de las Ciencias y las Artes de Japón existía<br />

realmente. Al terminar las clases, Tengo fue en tren hasta Yotsuya y luego caminó<br />

hasta Kōjimachi. Cuando se presentó en la dirección que venía en la tarjeta, se<br />

encontró con un edificio de cuatro plantas en cuya entrada había una placa metálica<br />

que rezaba NUEVA ASOCIACIÓN PARA EL FOMENTO DE LAS CIENCIAS Y LAS<br />

ARTES DE JAPÓN. Las oficinas se encontraban en la tercera planta. En el mismo piso<br />

estaban la editorial musical Mikimoto y la contaduría Kōda. Por la envergadura del<br />

edificio, no debían de ser unas oficinas muy amplias. En apariencia, ninguno de los<br />

negocios se diría que marchaba muy bien. Pero, por supuesto, sólo era pura<br />

apariencia y desconocía qué ocurría dentro. Tengo pensó en subir en ascensor hasta<br />

el tercer piso. Quería saber cómo eran las oficinas, aunque sólo fuera la puerta, pero<br />

si se encontrara con Ushikawa en el pasillo, se vería en una situación embarazosa.<br />

Tengo volvió a casa en tren y llamó por teléfono a la empresa de Komatsu. Para<br />

su sorpresa, Komatsu estaba allí y contestó enseguida.<br />

—Me pillas en un mal momento —dijo Komatsu. Habló más rápido de lo<br />

habitual, en un tono un tanto agudo—. Lo siento, pero ahora mismo no puedo<br />

hablar.<br />

—Es un asunto muy importante, señor Komatsu —dijo Tengo—, Hoy ha venido<br />

un tipo raro a la academia. Parece que sabe algo sobre mi relación con La crisálida de<br />

aire.<br />

Komatsu se quedó callado durante unos segundos.<br />

—Creo que podré llamarte dentro de veinte minutos. ¿Estás en casa?<br />

Tengo le contestó que sí. Komatsu colgó el teléfono. Mientras esperaba la<br />

llamada, Tengo aguzó dos cuchillos con una piedra de afilar, puso agua a hervir y

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