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con el traje de ejecutiva, y puso cara de cierta sorpresa. Tal vez se esperaba a una<br />

empleada o alguien que le llenara el minibar de la habitación.<br />

—Disculpe que lo moleste. Soy la señora Ito, gerente del hotel, y venía a<br />

inspeccionar la habitación por un problema en el sistema de aire acondicionado. ¿Me<br />

permite que entre en la habitación sólo cinco minutos? —dijo Aomame, risueña, en<br />

un tono de voz ágil.<br />

El hombre entornó los ojos con desagrado.<br />

—Estoy realizando un trabajo importante y urgente. Dentro de una hora voy a<br />

salir de la habitación, ¿no le importaría esperar hasta entonces? Ahora mismo el aire<br />

acondicionado funciona sin ningún problema.<br />

—Lo siento muchísimo, pero se trata de una medida de seguridad urgente<br />

relacionada con un cortocircuito y terminaré lo antes posible. Estoy yendo de<br />

habitación en habitación. Si me lo permite, acabaré en menos de cinco minutos.<br />

—¡Qué remedio me queda!—exclamó el hombre y chasqueó la lengua—. Y eso<br />

que reservé esta habitación justo para que no me molestaran durante el trabajo...<br />

El hombre señaló los documentos que había sobre el escritorio. Era una pila de<br />

gráficos detallados impresos por ordenador. Posiblemente estuviera preparando el<br />

material necesario para una reunión que tendría lugar aquella noche. Había una<br />

calculadora y hojas para tomar notas en las que se alineaban montones de números.<br />

Aomame sabía que él trabajaba para una empresa petrolífera. Era un especialista<br />

en inversiones en maquinaria y equipos en los países de Oriente Medio. Según la<br />

información que le habían proporcionado, era muy competente en ese terreno. Se<br />

notaba en sus modales. Había recibido una buena educación, tenía unos ingresos<br />

altos y conducía un nuevo modelo de Jaguar. Fue un niño mimado, estudió en el<br />

extranjero, hablaba inglés y francés con fluidez, y rebosaba confianza en sí mismo.<br />

Además, era el tipo de persona que no soportaba que los demás le pidieran algo, se<br />

tratara de lo que se tratara. Tampoco soportaba que lo criticaran. Sobre todo, delante<br />

de una mujer. Sin embargo, no le preocupaba en absoluto pedir cosas a los demás.<br />

Cuando golpeó a su esposa con un palo de golf y le rompió varias costillas, también<br />

le dio igual. Se creía que el mundo giraba a su alrededor. Pensaba que, si él no<br />

existiera, el mundo dejaría de moverse. Le cabreaba que cualquiera entorpeciera o<br />

rechazara sus planes. Se cabreaba de forma muy violenta, hasta el punto de hacer<br />

saltar el termostato.<br />

—Disculpe las molestias —dijo Aomame, con la sonrisa jovial del negociante en<br />

la cara.<br />

Luego, para consumar su propósito, metió medio cuerpo dentro de la habitación,<br />

abrió el portafolios empujando la puerta tras de sí y anotó algo con un bolígrafo.

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