13.05.2013 Views

pablo.pdf

pablo.pdf

pablo.pdf

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

—Ahora voy a trabajar el izquierdo. Quizá sienta el mismo dolor que con el<br />

derecho.<br />

—Lo dejo en tus manos. Por mí no te preocupes.<br />

—Quiere decir que no tengo por qué andarme con miramientos, ¿no?<br />

—Sí, no hace falta.<br />

Aomame reajustó los músculos y las articulaciones en torno al omóplato<br />

izquierdo siguiendo los mismos procedimientos. Tal y como le había dicho, no se<br />

anduvo con contemplaciones. Cuando Aomame decidía no ser considerada, tomaba<br />

la vía más corta sin vacilar. Pero el hombre reaccionó todavía con mayor frialdad que<br />

con el omóplato derecho. Sólo dejó escapar un ruido sordo desde el fondo de su<br />

garganta y recibió el dolor con toda naturalidad. «Bien, veamos cuánto puede<br />

aguantar», pensó Aomame.<br />

Siguiendo el mismo orden a la hora de proceder, distendió todos los músculos<br />

del hombre. Llevaba todos los puntos anotados en una lista en su mente. Bastó con<br />

seguir por orden el programa de manera automática. Como un vigilante de<br />

seguridad competente y sin miedo patrullando un edificio de noche con una linterna<br />

en la mano.<br />

Todos los músculos estaban agarrotados, en mayor o menor grado. Igual que un<br />

paisaje sacudido por una catástrofe natural. Muchos canales de agua se habían<br />

estancado y los diques se habían derrumbado. Si a una persona normal y corriente le<br />

hubieran hecho lo mismo, seguramente no habría podido tenerse en pie. Quizá ni<br />

habría sido capaz de respirar. Un físico recio y una gran fuerza de voluntad sostenían<br />

a aquel hombre. Con independencia de los actos mezquinos que aquel hombre<br />

hubiera realizado, Aomame no pudo dejar de sentir respeto profesional frente a la<br />

capacidad de soportar en silencio un dolor tan intenso.<br />

Uno por uno, estrujó aquellos músculos, los movió a la fuerza, los torció y estiró<br />

hasta el límite. Cada vez, las articulaciones producían un ruido sordo. Era consciente<br />

de que aquella tarea se parecía a la tortura. En el pasado se había encargado de<br />

realizar estiramientos musculares a muchos atletas. Eran gente fuerte acostumbrada<br />

a vivir con el dolor físico. Pero por muy resistentes que fueran aquellos hombres, en<br />

manos de Aomame todos acababan chillando en un momento u otro. O por lo menos<br />

no podían evitar soltar algo parecido a un chillido. Incluso había alguno que se<br />

meaba. Sin embargo, a aquel hombre no se le escapaba ni un solo gemido. ¡Era<br />

impresionante! A pesar de ello, podía medirse el dolor que sentía a través del sudor<br />

que rezumaba de su nuca. Ella misma empezaba a sudar ligeramente.<br />

Distender los músculos del dorso del cuerpo le llevó una media hora. Al<br />

terminar, Aomame suspiró y se enjugó con una toalla el sudor de la frente.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!