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—¿Quiere decir que ese algo especial lo llevó a actuar de manera anormal?<br />

—Tal vez.<br />

—En cualquier caso, usted le puso fin.<br />

—Exacto —dijo Aomame en un tono seco.<br />

Aomame cogió el auricular con la mano izquierda, abrió la mano derecha, en la<br />

que todavía sentía el tacto de la muerte, y observó su palma. Aomame no<br />

comprendía qué era unirse de manera ambigua a unas niñas. Obviamente, no podía<br />

explicárselo a la señora.<br />

—En apariencia, ha fallecido de muerte natural, como siempre, pero quizás ellos<br />

no lo consideren una muerte natural. Dadas las circunstancias, creerán que yo, de<br />

algún modo, he tenido algo que ver con su muerte. Y ya sabrá usted que todavía no<br />

se ha informado a la policía de su muerte.<br />

—Independientemente de cómo actúen ellos a partir de ahora, nosotros vamos a<br />

protegerla con todo nuestro empeño —dijo la señora—. Ellos tienen su organización.<br />

Pero nosotros tenemos fuertes conexiones y capital en abundancia. Y usted es una<br />

persona inteligente y cautelosa. No vamos a dejar que se salgan con la suya.<br />

—¿Todavía no han encontrado a Tsubasa? —preguntó Aomame.<br />

—Aún no sabemos dónde se encuentra. Yo creo que debe de estar dentro de la<br />

comunidad, porque no tiene ningún otro sitio adonde ir. Por ahora no hemos<br />

encontrado ninguna forma de recuperarla. Con la muerte del líder la organización<br />

probablemente ande revuelta. Aprovechando la confusión, quizá podamos salvar a la<br />

niña. Tenemos que protegerla como sea.<br />

El líder había dicho que la Tsubasa que había estado en la casa de acogida no era<br />

un cuerpo real; que no era más que la forma de un concepto y que había sido<br />

recuperada. Pero eso no podía comunicárselo a la señora en aquel momento.<br />

Realmente, Aomame no sabía qué era lo que quería decir, pero se acordó del reloj de<br />

mesa de granito levitando en el aire. Había ocurrido de verdad delante de sus ojos.<br />

—¿Cuántos días voy a estar escondida en esta casa de acogida? —preguntó<br />

Aomame.<br />

—Cuente entre cuatro días y una semana. Luego le proporcionaremos un nuevo<br />

nombre y un nuevo entorno y la llevaremos muy lejos de aquí. Una vez que esté bien<br />

instalada, por seguridad, dejaremos de contactar con usted. No volveré a verla<br />

durante algún tiempo. Por mi edad, quizá no vuelva a verla jamás. Ojalá no hubiera<br />

tenido que meterla en todo este jaleo. Pienso en ello continuamente. Así, quizá no<br />

tendría que perderla, como va a pasar. Pero... —La señora se quedó sin voz durante<br />

un rato. Aomame esperó en silencio a que continuara—. Pero no me arrepiento.<br />

Parecía cosa del destino. No pude evitar implicarla a usted. No tenía otra opción.<br />

Una especie de poderosa fuerza fue la que me empujó. No sé cómo pedirle perdón<br />

por todo esto...

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