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El padre seguía admirando el paisaje sin decir nada. Como un centinela tratando<br />

de no perder de vista las señales de humo de los bárbaros en una colina a lo lejos.<br />

Tengo probó a mirar hacia donde desembocaba la vista de su padre, pero no vio<br />

señales de humo, ni nada que se le semejara. Allí sólo estaba el pinar, teñido por el<br />

presentimiento del crepúsculo.<br />

—Sintiéndolo mucho, no hay prácticamente nada que pueda hacer por usted.<br />

Tan sólo desear que el proceso que va a ir creando ese vacío en su interior no sea<br />

demasiado doloroso. Usted ya ha sufrido bastante en esta vida. Seguro que usted<br />

amó profundamente a mi madre. Tengo esa impresión. Pero ella se marchó. No sé si<br />

su compañero era mi padre biológico u otro hombre distinto. Parece que usted no<br />

tiene intención de darme ninguna información al respecto. En cualquier caso, ella se<br />

alejó de usted. Y me abandonó a mí, siendo niño. Criándome quizás abrigaba la<br />

esperanza de que, al estar conmigo, algún día ella regresaría junto a usted. Pero al<br />

final no regresó. Ni junto a usted, ni junto a mí. Está claro que para usted fue<br />

doloroso. Debió de ser como seguir viviendo en una ciudad vacía. Con todo, usted<br />

me crió en esa ciudad. Para llenar el vacío.<br />

La expresión del padre no varió. Tengo ignoraba si comprendía lo que decía o si<br />

estaba escuchando siquiera.<br />

—Tal vez me equivoque en mis conjeturas. Y quizá sea mejor que esté<br />

equivocado. Para los dos. Sin embargo, pensar de esa manera hace que muchas cosas<br />

encajen en mi cabeza. Disuelve unas cuantas preguntas.<br />

Una bandada de cuervos atravesó el cielo graznando. Tengo miró su reloj de<br />

pulsera. Ya era hora de irse. Se levantó de la silla, fue junto al padre y puso la mano<br />

sobre su hombro.<br />

—Adiós, papá. Volveré pronto.<br />

Agarró el picaporte de la puerta y, cuando se volvió por última vez, a Tengo le<br />

sorprendió ver que una lágrima se había derramado de los ojos del padre. La luz de<br />

la lámpara halógena del techo incidía sobre ella, que brillaba con un color plateado<br />

opaco. Seguramente había exprimido los pocos sentimientos que le quedaban para<br />

derramar aquella lágrima. Resbaló despacio a lo largo de la mejilla y al final cayó<br />

sobre su rodilla. Tengo abrió la puerta y salió sin más de la habitación. Se subió al<br />

taxi, fue hasta la estación y cogió el primer tren.<br />

El tren rápido que partía de Tateyama hacia Tokio iba más lleno y había más<br />

bullicio que en el de ida. La mayoría de los pasajeros eran familias que volvían de la<br />

playa. Al verlos, Tengo se acordó de su infancia. Él nunca había hecho excursiones o<br />

viajes en familia. Durante las vacaciones del O-bon 19 y de Año Nuevo su padre nunca<br />

hacía nada; simplemente se acostaba en casa y dormía. En aquellas ocasiones, su<br />

padre parecía un aparato que había sido desenchufado.<br />

19 Celebración estival budista en honor de los difuntos. (N. del T.)

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