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especie humana, incluso ahora que las tinieblas habían sido expulsadas de casi todos<br />

lados. Como una cálida memoria colectiva.<br />

«La verdad es que hacía una eternidad que no me paraba a contemplar la Luna<br />

de este modo», pensó Tengo. ¿Cuándo había sido la última vez que había mirado la<br />

Luna? Al transcurrir los días en medio del trasiego de la ciudad, uno vivía mirando<br />

sólo a los pies e incluso se olvidaba de mirar hacia el cielo nocturno.<br />

A continuación, Tengo se dio cuenta de que había otra luna flotando en un<br />

rincón del cielo, a poca distancia de la Luna. Al principio, pensó que se trataba de un<br />

espejismo. O una ilusión óptica producida por los rayos de luz. Pero lo comprobó<br />

una y otra vez y allí había dos lunas de perfil definido. Durante un momento se<br />

quedó sin palabras, con la boca entreabierta, contemplándolas anonadado. Era<br />

incapaz de asumir lo que estaba viendo. El perfil y la sustancia no se superponían<br />

correctamente. Como cuando los conceptos y el lenguaje no casan.<br />

«¿Otra luna?»<br />

Cerró los ojos y con la palma de las manos se frotó con fuerza los músculos de<br />

las mejillas. «¿Qué demonios me pasa?», pensó Tengo. «No he bebido tanto.»<br />

Serenamente llenó de aire los pulmones y lo expulsó con tranquilidad. Comprobó<br />

que sus sentidos no estaban alterados. En la oscuridad de sus ojos cerrados volvió a<br />

verificar quién era, dónde estaba y qué hacía. «Septiembre de 1984, Tengo Kawana,<br />

barrio de Suginami, en Kōenji, parque infantil, es de noche y miro la Luna. No hay<br />

duda.»<br />

Luego abrió los ojos tranquilamente y volvió a mirar al cielo. Con cuidado y<br />

sangre fría. Pero, en efecto, allí había dos lunas.<br />

«No es un espejismo. Hay dos lunas.» Tengo se agarró el puño de la mano<br />

derecha con fuerza durante un buen rato. La Luna seguía siendo taciturna, pero ya<br />

no era solitaria.

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