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tendencia peligrosa. Después de todo, se trataba de desconocidos. Hasta que una no<br />

se encontraba en aquella situación, no se sabía qué deseos albergaban, qué tendencias<br />

ocultaban. Ayumi, por supuesto, era consciente del riesgo. Por eso mismo necesitaba<br />

a una compañera estable como Aomame. Alguien que le pusiera freno y velara por<br />

ella.<br />

Aomame también necesitaba a Ayumi. Ella estaba dotada de unas cuantas<br />

habilidades de las que Aomame carecía. Poseía una personalidad abierta y alegre que<br />

tranquilizaba a la gente. Era adorable, tenía una curiosidad espontánea, era positiva<br />

como un niño e interesante a la hora de conversar. Sus grandes pechos atraían las<br />

miradas. A su lado, Aomame sólo tenía que esbozar una sonrisa misteriosa. Los<br />

hombres querían saber qué demonios había en el fondo de todo aquello. En ese<br />

sentido, Aomame y Ayumi formaban la pareja ideal. Una máquina sexual sin<br />

parangón.<br />

«Independientemente de las circunstancias, debería haber sido más afectuosa<br />

con ella», pensó Aomame. «Debería haberme tomado en serio sus sentimientos,<br />

abrazarla con fuerza. Eso era lo que ella buscaba. Ser aceptada y abrazada sin<br />

condiciones. Debería haberle hecho sentirse segura aunque sólo fuera una vez. Pero<br />

yo no pude responder a sus necesidades. El instinto de protegerme era mayor y,<br />

además, no quería mancillar el recuerdo de Tamaki Ōtsuka.»<br />

Entonces, Ayumi salió de noche por la ciudad a solas, sin Aomame, y murió<br />

estrangulada. Con unas frías esposas de verdad en las muñecas, los ojos vendados y<br />

una media o una prenda de ropa interior en la boca. Al final, los temores de Ayumi<br />

se habían hecho realidad. Si Aomame la hubiera tratado con más amabilidad,<br />

probablemente aquel día Ayumi no habría salido sola. La habría llamado para<br />

invitarla. Entonces habrían ido juntas a un lugar seguro y se habrían acostado con<br />

algún hombre, siempre la una pendiente de la otra. Pero quizás Ayumi no había<br />

querido molestar a Aomame. Además, Aomame no la había llamado para invitarla ni<br />

una sola vez.<br />

No eran las cuatro de la madrugada aún, pero no pudiendo soportar más estar<br />

sola en el apartamento, Aomame se calzó las sandalias y salió a la calle. Entonces dio<br />

una vuelta sin rumbo fijo por la ciudad de madrugada, vestida con unos shorts y una<br />

camiseta sin mangas. Alguien la llamó, pero ella no se volvió. Como le entró sed<br />

mientras caminaba, se acercó a un pequeño supermercado abierto las veinticuatro<br />

horas, compró un tetrabrik grande de zumo de naranja y se lo bebió en el sitio. Luego<br />

regresó al apartamento y estuvo llorando durante un buen rato. «Ayumi me<br />

gustaba», pensó. «Esa chica me gustaba más de lo que yo creía. Si quería tocar mi<br />

cuerpo, ojalá la hubiera dejado tocarme donde quisiera y como quisiera.»<br />

En el periódico del día siguiente apareció una noticia cuyo titular rezaba:<br />

AGENTE DE POLICÍA ESTRANGULADA EN UN HOTEL DE SHIBUYA. La policía se<br />

había movilizado para dar con el paradero del hombre que había huido. Según la

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