13.05.2013 Views

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unas gafas gruesas y horribles, pero tenía un carácter justo y cariñoso. Era de<br />

pequeña estatura y, aunque normalmente se mostraba dulce y callada, también tenía,<br />

a pesar de las apariencias, su lado temperamental, y cuando la sacaban de sus<br />

casillas, se transformaba y nadie podía pararla. Aquel carácter desigual dejaba<br />

estupefactos a todos. Sin embargo, a Tengo le caía bien aquella profesora. Aunque se<br />

enfadara, Tengo no le tenía miedo.<br />

La tutora escuchó a Tengo, comprendió sus sentimientos y se solidarizó con él.<br />

Aquella noche le permitió quedarse en su casa. Lo cubrió con una manta en el sofá<br />

del salón y lo dejó dormir. También le preparó el desayuno. Y al día siguiente por la<br />

noche fue a casa del padre, acompañada por Tengo, y discutieron largo y tendido.<br />

Como le dijeron que los dejara solos, Tengo no supo qué tipo de conversación<br />

mantuvieron, pero, al fin y al cabo, a su padre no le quedaba más remedio que<br />

enterrar el hacha de guerra. Por muy enfadado que estuviera, no podía dejar a un<br />

niño de diez años solo en la calle La Ley lo obligaba a mantenerlo.<br />

Como resultado de la charla, se acordó que Tengo podría pasar los domingos de<br />

la manera que quisiera. Por la mañana tendría que hacerse cargo de las tareas<br />

domésticas, pero el resto del tiempo podría hacer lo que quisiera. Era el primer<br />

derecho formal que obtenía de su padre desde que había nacido. Su padre seguía<br />

enfadado y se pasó una temporada sin hablarle, pero a Tengo le traía sin cuidado. Ya<br />

había conseguido lo más importante. Aquél era el primer paso hacia la libertad y la<br />

independencia.<br />

Al terminar la escuela primaria, Tengo pasó mucho tiempo sin volver a ver a<br />

aquella tutora. Podría haberla visto de vez en cuando si hubiera asistido a las<br />

reuniones de antiguos alumnos a las que lo invitaban, pero Tengo no tenía intención<br />

de acudir a ese tipo de actos. No guardaba ningún buen recuerdo de aquella escuela<br />

primaria. Sin embargo, a veces se acordaba de la profesora. Después de todo, lo había<br />

dejado pasar una noche en su casa y había convencido al cabezón supremo de su<br />

padre. No podía olvidarla así como así.<br />

Fue en el segundo año de instituto cuando volvió a verla. Por aquel entonces,<br />

Tengo pertenecía al club de judo, pero se había hecho daño en la pantorrilla y<br />

durante dos meses no pudo participar en ninguna competición. En lugar de eso, lo<br />

metieron como percusionista provisional en la banda del instituto. Se aproximaba la<br />

fecha de un concurso, pero uno de los dos percusionistas se había cambiado de<br />

colegio de repente y el otro había cogido una gripe perniciosa. Como estaban tan<br />

desesperados que les valía cualquiera que pudiera sujetar dos baquetas, lo metieron<br />

en la banda. El profesor de música se había fijado en Tengo, que casualmente tenía la<br />

pierna mal y estaba ocioso, y lo metió en los ensayos de la banda con la condición de<br />

que le daría de comer en abundancia y le pasaría por alto el trabajo final.

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