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cuando no hacía nada. Pero por mucho que pensó, no se le ocurrió dónde podía estar<br />

ese «lugar especial» del que había hablado Fukaeri. Intentar ordenar algo que en sí<br />

carecía de orden no era más que un intento en vano. Apenas sacó algo en claro.<br />

Se pusieron a comer sentados uno frente al otro, con la mesa de por medio. Casi<br />

no intercambiaron palabras. Cada uno pensaba en sus cosas mientras se llevaba la<br />

comida a la boca en silencio, como un matrimonio en un periodo de hastío. O no<br />

pensaban en nada. Resultaba difícil de discernir, sobre todo en el caso de Fukaeri.<br />

Una vez terminada la cena, Tengo se tomó un café y Fukaeri sacó un flan de la<br />

nevera y se lo comió. Independientemente de lo que estuviera comiendo, su<br />

expresión nunca se alteraba. Parecía que no tenía en mente nada más que masticar.<br />

Tengo se sentó frente al escritorio en el que trabajaba y, siguiendo la sugerencia<br />

de Fukaeri, intentó recordar algo de Aomame.<br />

«Hay varias cosas que recuerdas de esa persona. Quizás haya alguna que pueda serte útil.»<br />

Pero Tengo era incapaz de concentrarse. Fukaeri había puesto otro álbum de los<br />

Rolling Stones. Little Red Rooster: un disco de la época en la que a Mick Jagger le<br />

apasionaba el Chicago blues. No estaba mal. pero no era una música creada<br />

pensando en alguien que intentaba meditar profundamente y escarbar en la<br />

memoria. Los Rolling Stone eran una banda que apenas tenía esa clase de deferencia.<br />

«Necesito ir a un sitio tranquilo y estar solo», pensó Tengo.<br />

—Voy a salir un momento —dijo él.<br />

Observando la funda del álbum de los Rolling Stones que tenía entre las manos,<br />

Fukaeri asintió con aire de indiferencia.<br />

—Si alguien viniera no abras la puerta —le advirtió él.<br />

Tengo caminó hacia la estación durante un rato vestido con una camiseta de<br />

manga larga azul marino, unos chinos de color caqui sin una sola arruga y unas<br />

zapatillas de deporte. Entró en un local llamado Cabeza de Cereal, un poco antes de<br />

la estación, y pidió una cerveza a presión. En el local se ofrecían bebidas alcohólicas y<br />

menús ligeros. Era pequeño y con unos veinte clientes ya estaría a rebosar. Había<br />

entrado en aquel bar unas cuantas veces. A partir de altas horas de la noche se<br />

llenaba de gente joven, pero de siete a ocho los clientes eran relativamente escasos,<br />

estaba silencioso y había un ambiente agradable. Era idóneo para sentarse solo en un<br />

rincón y leer un libro tomándose una cerveza. Los asientos también eran cómodos.<br />

No estaba claro de dónde venía ni qué significaba el nombre del bar. Podría<br />

habérselo preguntado al barman, pero no se le daba bien charlar con desconocidos.<br />

Además, no saber el origen del nombre tampoco le causaba ninguna molestia. En<br />

cualquier caso, el Cabeza de Cereal era un local bastante agradable.<br />

Por suerte, no habían puesto música. Tengo se sentó a una mesa junto a la<br />

ventana, bebía su Carlsberg y, mientras mordisqueaba los frutos secos que le habían

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