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acompañarlo a cobrar la cuota de la NHK, la relación entre los dos se había vuelto<br />

gélida. Y a partir de cierta época, Tengo apenas se había aproximado a su padre.<br />

Tampoco le había dirigido la palabra, a menos que hubiera sido necesario. Su padre<br />

se había jubilado hacía cuatro años y poco después había ingresado en una clínica de<br />

Chikura especializada en cuidar a pacientes con demencia. Desde entonces sólo lo<br />

había visitado en dos ocasiones. Inmediatamente después de su ingreso en la clínica,<br />

Tengo tuvo que presentarse, por ser su única familia, debido a un problema de orden<br />

burocrático. Luego tuvo que volver otra vez por un asunto práctico. Eso había sido<br />

todo.<br />

La clínica se erguía en un amplio solar separado de la costa por una carretera.<br />

Originariamente había sido la villa de alguien relacionado con los grandes consorcios<br />

financieros nipones, pero luego la había comprado una agencia de seguros de vida<br />

como instalaciones de recreo para sus empleados y, finalmente, en los últimos años<br />

se había reconvertido en una clínica que trataba a pacientes con demencia. Por eso<br />

mezclaba un edificio de madera de apariencia anticuada con un edificio nuevo de<br />

hormigón armado de tres pisos, y al mirar daba cierta impresión de discordancia. No<br />

obstante, el aire era puro y, exceptuando el ruido de las olas, siempre reinaba la<br />

calma. Cuando no hacía demasiado viento, se podía pasear por la playa. En el jardín<br />

había un espléndido pinar que servía de protección contra el viento. También<br />

disponía de instalaciones médicas.<br />

Gracias al seguro médico, al subsidio de jubilación, a los ahorros y la pensión, el<br />

padre de Tengo podría vivir el resto de su vida sin pasar ninguna privación. Y todo<br />

gracias a que, por un golpe de suerte, había sido contratado como empleado fijo de la<br />

NHK. Aunque no fuera a dejar ninguna fortuna, por lo menos podía cuidar de sí<br />

mismo. Para Tengo aquello era sobre todo digno de agradecer. Fuera su verdadero<br />

padre biológico o no, Tengo no tenía intención de recibir nada de ese hombre y ese<br />

hombre no tenía ninguna intención de legarle nada. Eran seres humanos con<br />

distintas procedencias que marchaban hacia lugares distintos. Por casualidad habían<br />

pasado varios años de sus vidas juntos. Eso era todo. Le daba lástima que hubiera<br />

sido así, pero no había nada que Tengo pudiera hacer al respecto.<br />

Sin embargo, había llegado la hora de volver a visitar a su padre. Tengo lo sabía.<br />

No le apetecía y habría preferido dar media vuelta y regresar a casa. Pero ya llevaba<br />

en el bolsillo el billete de ida y vuelta y el billete para el expreso. La suerte estaba<br />

echada.<br />

Se levantó, pagó la cuenta del restaurante, salió al andén y esperó a que llegara el<br />

tren rápido para Tateyama. Volvió a mirar atentamente a su alrededor, pero no vio a<br />

nadie con aspecto de investigador. Apenas había familias con cara de entusiasmo que<br />

salían de viaje para pasar unos días en la playa. Tengo se guardó las gafas de sol en<br />

el bolsillo y se ajustó la gorra de béisbol. «¡Qué más da!», pensó. «¡Si quieren<br />

vigilarme, que me vigilen cuanto quieran! Yo ahora voy a ir a un pueblo costero en la<br />

prefectura de Chikura a visitar a mi padre, que padece demencia. Quizá se acuerde

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