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—Esos dos guardaespaldas deberían esperar en una habitación diferente de la<br />

suite mientras usted se ocupa de los cuidados del líder. Entonces se quedará a solas<br />

con él durante una hora. De momento, ésas son las condiciones establecidas. Sin<br />

embargo, nadie sabe qué va a suceder llegada la hora. La situación es sumamente<br />

inestable. El líder evita revelar sus planes hasta el último momento.<br />

—¿Qué edad tiene?<br />

—Al parecer, es un hombre corpulento de unos cincuenta y cinco años.<br />

Desgraciadamente, eso es lo único que sé por el momento.<br />

Tamaru la esperaba a la entrada. Aomame le entregó las copias de las llaves, el<br />

carnet de conducir, el pasaporte y la tarjeta sanitaria. Él pasó al interior e hizo copias<br />

de los documentos. Una vez comprobado que todas las copias estaban hechas, le<br />

devolvió los originales a Aomame. A continuación, Tamaru la llevó a su propio<br />

despacho, al lado del vestíbulo. Era una habitación cuadrada sin ningún adorno.<br />

Había una ventana diminuta abierta que daba al jardín. El aparato de aire<br />

acondicionado instalado en la pared emitía un ligero rumor. Tamaru hizo que<br />

Aomame se sentara en una pequeña silla de madera y él tomó asiento en otra silla<br />

enfrente de un escritorio. En la pared se alineaban cuatro pantallas. El ángulo de las<br />

cámaras podía cambiarse en caso necesario. El mismo número de vídeos estaba<br />

grabando las imágenes proyectadas. En una pantalla se veía el otro lado de la tapia.<br />

En la que estaba más a la derecha se veía la entrada de la casa de acogida donde<br />

vivían las chicas. También salía la nueva perra guardiana. El animal descansaba<br />

tumbado sobre el suelo. Era algo más pequeña que la anterior.<br />

—La muerte de la perra no quedó grabada en la cinta —dijo Tamaru<br />

anticipándose a la pregunta de Aomame—. Ese día no estaba atada. No pudo<br />

soltarse sola de la correa, así que alguien debió de hacerlo.<br />

—Alguien a quien no ladrara al acercársele.<br />

—Eso es.<br />

—¡Qué raro!<br />

Tamaru asintió, pero no dijo nada. Ya se había cansado de pensar en todas las<br />

posibilidades. A esas alturas no había nada que pudiera contar a los demás.<br />

A continuación, Tamaru estiró el brazo, abrió un cajón del armario contiguo y<br />

sacó una bolsa de plástico negra. Dentro de la bosa había una toalla azul descolorida<br />

y, al desdoblarla, quedó a la vista un objeto metálico de color negro reluciente. Era<br />

una pistola automática de tamaño pequeño. Sin mediar palabra le entregó la pistola a<br />

Aomame. Ella recibió el arma sin decir una sola palabra y calculó cuánto pesaba. Era<br />

mucho más ligera de lo que parecía. Aquella cosa tan liviana podía matar a una<br />

persona.<br />

—Ahora mismo has cometido dos graves errores. ¿Sabes cuáles son? —dijo<br />

Tamaru.

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