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Sin embargo, aquello no había sido una polución nocturna. Había eyaculado sin<br />

duda dentro de Fukaeri. Ella se había introducido el pene de Tengo y había<br />

exprimido de manera eficaz su esperma. El sólo se había sometido. En ese momento,<br />

su cuerpo estaba completamente entumecido; no era capaz de mover ni un dedo.<br />

Además, Tengo creía haber eyaculado en el aula de la escuela. De todas formas,<br />

Fukaeri le había dicho que no tenía la regla, así que no había posibilidad de que se<br />

quedara embarazada. Le costaba creer que tal cosa pudiera haber sucedido. Pero<br />

había ocurrido de verdad. Algo real en un mundo real. Tal vez.<br />

Tengo se levantó de la cama, se cambió de ropa, fue a la cocina, puso agua a<br />

hervir y preparó café. Mientras lo preparaba, intentó poner su mente en orden. Como<br />

si colocara las cosas de un cajón del escritorio. Pero no las colocó correctamente. Sólo<br />

cambió algunas de posición. En el lugar de la goma de borrar puso los clips, en el<br />

lugar de los clips colocó el sacapuntas y en el lugar del sacapuntas metió la goma de<br />

borrar. El desorden sólo pasó de una forma a otra diferente.<br />

Tras beberse el café recién hecho, fue al baño y, escuchando un programa de<br />

música barroca en la radio FM, se afeitó la barba. Sonaba una partita para diversos<br />

instrumentos compuesta por Telemann. Era el mismo proceder de siempre:<br />

preparaba café en la cocina, se lo bebía y se afeitaba mientras escuchaba el programa<br />

«Barroco para ti» en la radio. Lo único que cambiaba cada día eran las obras<br />

musicales. El otro día había sido música para teclado de Rameau.<br />

El comentarista estaba hablando:<br />

«En la primera mitad del siglo XVIII Telemann había adquirido gran prestigio<br />

como compositor en diferentes zonas de Europa, pero en el siglo XIX sus obras se<br />

ganaron el desprecio de la gente debido a una excesiva productividad. Sin embargo,<br />

no era culpa de Telemann. El gran cambio de intenciones a la hora de componer que<br />

había acompañado la transformación de la estructura de la sociedad europea<br />

provocó esa inversión de la apreciación».<br />

«¿Es éste un mundo nuevo?», pensó Tengo.<br />

Volvió a mirar lo que lo rodeaba. Como cabía esperar, no descubrió ningún<br />

cambio. Todavía no se veía a nadie que lo despreciara. En cualquier caso, necesitaba<br />

afeitarse. Hubiera cambiado el mundo o no, nadie lo iba a afeitar por él. No le<br />

quedaba más remedio que afeitarse con sus propias manos.<br />

Una vez afeitado, hizo tostadas, que se comió con mantequilla, y se tomó otro<br />

café. Fue al dormitorio a ver qué hacía Fukaeri, pero parecía profundamente dormida<br />

y no se movía ni un ápice. Desde hacía un rato no cambiaba de posición. El cabello<br />

trazaba el mismo dibujo sobre sus mejillas. Respiraba con el mismo sosiego de antes.<br />

De momento no tenía ningún plan. No tenía clases en la academia. Nadie lo iba a<br />

visitar, ni él había pensado ir a visitar a nadie. Era libre para hacer lo que le viniera

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