TIMOS Yliras - DSpace CEU

ASU 1808. #n
que nada fallase, erigieron en ley fundamental nuestro vasallaje
á la Francia, aliándonos con ella eternamenle, y añadiendo así al
yugo interno la coyunda y el yugo esterior.
Tal fué el celebrado presente que nos otorgó Bonaparle. Mal
dicho; que nos quiso otorgar, porque el Código no debia regir (en
lo bueno se entiende) sino sucesivamente y por grados, quedando
seis años de plazo para plantearlo del lodo. Yo bien conozco que
las naciones acostumbradas largo tiempo al absolutismo no pue­
den , como España en aquellos dias , gozar por de pronto amplia­
mente los beneficios de la libertad; mas de eso á no otorgarles
ninguno que tenga el carácter de estable ante el mal humor del
poder, ante los caprichos del Príncipe, ante la iniquidad de un
mal ministro; de eso á darles el bien por alambique, y el mal á
chorros , por decirlo así; de eso, en fin, á mentir de un modo
tan ridículo y tan descarado á la vez cuando de garantías se tra­
ta perdóneme el gran Napoleón , y los afrancesados con él: la
distancia que media es inmensa. La Constitución de Bayona no
era capaz de contentar al Pueblo, porque los pueblos quieren cla­
ridad, no logogrifos ininteligibles; ni podia tampoco dejar satis­
fechas á las clases ilustradas, porque estas debian mirarla como
continuación del mismo régimen que en ella se queria reformar,
con la sola diferencia de tener campanillas el collar que antes no
tenia ninguna, perqué antaño dormían los siervos y el ruido los
podia dispertar, y ogaño que el letargo acababa, creyóse conve­
niente la música para adormecerlos al son.