TIMOS Yliras - DSpace CEU

XXIX
edad ya bastante crecida, nada menos que el regio primogénito. Aqui, pues,
te quiero, escopeta. Si Godoy se desgracia en la elección, como en tantas otras
cosillas, digo que es necesario decir de él lo que de otra calaña de gentes dice
un escritor endiablado : lodo el que sea calvo, no tendrá pelos; y si los tiene
no será en la calva. « Todo lo que plante Manuel, no producirá fruto bueno;
y si por un aborto lo produce, no será por plantarlo Manuel.»
Carlos IV quería un eclesiástico que uniese á su pericia en las matemáticas
y al ser inteligente en bellas letras, una acrisolada virtud, para dirijir con
acierto la educación del Príncipe Fernando. Hubo mil aspirantes á tal cargo,
y Godoy que tenía el de clejir, decidióse por un D. Juan Escoiquiz, canónigo
de Zaragoza, gran hipocríton si los hay , malísimo poeta si los hubo, arras­
trado prosista si los ha de haber, matemático rutinario y vulgar hasta dejárse­
lo de sobra , ambicioso cual otro lo sea, servil adulador como ninguno, polí­
tico babieca hasta no mas, y amigo de las faldas cual no pocos de los que yo
conozco entre los que visten manteo y calan sombrero de teja (1).
¡ Gran mano para salar puercos la de nuestro famoso valido! Pero no os
dé cuidado, lectores, que el yerro cometido lleva cola, y tan larga que llega
basta los tiempos en que estáis leyendo estas líneas.
Posesionado Escoiquiz de su puesto, echó sus cuentas , y dijo: ¿ Con qué
matemáticas, eh ? Pues maldito si España necesita que yo le dé por rey un
Arquimcdes. Mira, pues, la literatura. ¿Qué tiene un Príncipe que ver con
Sófocles, ó con los Virgilios y Horacios? En cuanto á las virtudes, tal cual;
j pero bueno sería que viniese yo ahora hacer el Bossuet ó elFenelon, cuando
puedo ser un Maquiavelillo á mi modo, y enseñar á ese joven la política! Apro­
vechemos la ocasión, que es calva. Godoy subió á la cima del poder, porque
así lo quiso la madre. Yo he de encaramarme sobre él, apoyado en los zelos
del hijo. Hombre por hombre y asno por borrico, veremos quien sabe mejor
en donde le aprieta el zapato, ó quién calza mayor herradura.
Dijo, y se creyó un Richelieu. Fernando tan adusto con lodos y tan poco
abierto con nadie, quedó sorprendido y absorto cuando el nuevo Mentor tocó
una cuerda que ninguno hasta entonces había por vergüenza meneado.
—I Ah Señor y Príncipe mío , y cómo os compadezco en vuestra cuita!
—¿De qué cuita me hablas, Escoiquiz ?
(\) Eso de las faldas lo dice Godov en sus estupendas Memorias , y cuando el
sastre habla del paño, digo á Y. si sabrá lo que dice.