TIMOS Yliras - DSpace CEU

458 TIRIOS Y TROYANOS.
tiempo, aunque tan bobamente enfernandada como sabe igualmente
el lector, y como para que nunca lo olvide volveré tristemente
á notar, llamando por supuesto hacia ella la misericordia
divina, y diciendo á imitación de Jesús: Padre del bien y
de Libertad, perdona á ese Pueblo estraviado, que no sabe lo que
se hace.
Y si estraviado andaba el pobre Pueblo, estraviados andaban
también sus representantes de Cádiz, y el error de estos
era error contrario al que se notaba en aquel, y dígolo así
porque veo que en el punto que estamos tocando vuelven á olvidar
nuevamente sus miramientos al poder real, y así escla­
mó á la vez: ¡Rey de los Reyesl perdona igualmente á esos
hombres, que no saben lo que hacen tampoco.
Y digo que no saben lo que hacen, porque el último de los
artículos de la Constitución del año 12 (el último gracias á
Dios!) contiene las siguientes palabras: Una diputación presen­
tará el decreto de reforma al rey, para que le haga publicar y
circular á todas las ciudades y pueblos de la monarquía.
Y eso es equivalente á declarar que en las reformas de Constitución
no tiene el rey el veto suspensivo á que arriba me referí,
reduciéndose su papel á poner en ejecución los decretos de
la Asamblea respecto del particular, debiendo deferir á ella en
todo sin chistar una sola palabra, pues su misión es solo publicar
y circular el superior mandato de las Cortes reformadoras
, y si no le place, paciencia.
Y aquí de la objeción que mas atrás dije que tenia que
hacer al plazo de los ocho años señalado para la reforma.
¿Con que la Carta de 1812 no se puede enmendar en lo mas
mínimo hasta que ese plazo trascurra? En buen hora, señores
Diputados, si no hay que atender á otra cosa que al pacífico