TIMOS Yliras - DSpace CEU

AÑO 1812. 339
que impugnar la mal entendida adopción de un método electo­
ral uniforme para un pais tan vario como el nuestro. Yo debo
no obstante partir de ese principio de uniformidad, puesto que
quedó consagrado; y una vez precisado á admitirlo, lo que in­
mediatamente procede es averiguar si el tal método mereció
recibir de las Cortes la preferencia que le concedieron sobre
otros que pudieron adoptarse.
¿Quién elije? ¿de qué modo elije? ¿qué número de Dipu­
tados se elije? ¿qué requisitos deben adornar á los represen­
tantes que se elijen? Tales son las cuatro preguntas que como
vanguardia de otras me ocurre dirigir á la Carta en materia
tan digna de atención.
La Constitución me contesta respecto á la primera pregun­
ta: corresponde el derecho de elegir á todos los ciudadanos espa­
ñoles avecindados y residentes en el territorio de sus parroquias
respectivas, inclusos los eclesiásticos seculares.
A lo cual digo yo: bien! muy bien! Estoy por el sufragio
universal (1). ¿Por qué no han de ser electores todos los que
son ciudadanos? Yo no temo ni he temido nunca las conse­
cuencias de esa latitud, pudiendo como puede organizarse de
mil diferentes maneras, según las circunstancias exijan. Díga­
nte, pues, la Constitución qué organización dá á ese voto. ¿Tie-
(1) Y tanto, que aprovecho la ocasión de rectificar una errata cometida
ç
n el pliego lí, página 220, línea 18; errata que me apresuré á corregir en
''cubiertaque le acompañó. Allí me hace decir el cajista que «siendo liberal
c<
>nio soy , no estoy por el sufragio universal» , y bien claro se echa de ver
°¡ue en ese no estoy sobra el no. Por lo demás, esa universalidad escusado
e s
decir que no la cutiendo sino con relación á los hombres , y con los requisitos
de edad y de personalidad necesarias para considerarlos sui juris. A
es
to añadiría yo la circunstancia de saber leer y escribir, adhiriéndome á
*° dispuesto en la Constitución del año 12, según en otra parte hemos visto.