TIMOS Yliras - DSpace CEU

86 TIRIOS Y TROYANOS.
menos de un mes, con la sola excepción de los distritos que el
enemigo ocupa materialmente, cunde la insurrección al Portugal,
y Murat y Junot quedan atónitos, viendo la rapidez con que se pro­
paga el incendio por toda la estension de la Península. — Pero...
y bien! ¿Qué han de hacer los rebeldes, sino sucumbir en la lu­
cha? Ése levantamiento repentino se desvanecerá como el humo,
con solo cuatro ó seis latigazos que acertemos á darles de firme.
/Latigazo, pues, sobre ellos, sobre esos saiis-culottcs miserables,
calaveras al fin de tres al cuarto, y guerreros de trueno y nada
mas!
Asi dice el hombre del látigo (1), el descamisado francés
cuando no era gran Duque, ni Príncipe, ni mas que posadero allá
en su tierra. A su voz los caudillos franceses (ex-descamisados tam­
bién, sino todos ellos, los mas), sacuden su estupor momentáneo,
y empiezan á mover sus legiones. Bessieres con sus Pirineistas
Occidentales, Duhesme con los suyos de Oriente, Dupont con sus
Girondinos y Moncey con sus Oceanistas, dan cada cual sus dis­
posiciones para sacudirse la plebe, mientras Junot en Portugal
hace con los suyos lo mismo. La jarana al principio es favorable á
los generales franceses. Verdier vence en Calahorra y Logroño á
su mal armado paisanage, y Frere se apoderado Segovia. Los agüe­
ros no pueden ser mas tristes en una y en otra Castilla, y mas
cuando Cuesta se empeña en hacer el zanguango en Cabezón, tras la
quema de Torquemada y la entrada de Merle en Palencia. ¿Pues
no se obstina nuestro general en defender el puente del Pisuerga,
(t) Como que era el látigo el arma en que sobresalía Murat, y la que
mas usaba en los combates. Siempre los resabios antiguos, siempre la cabra
al monte, siempre el mesonero al mesón. ¡Y ese hombre eseupia al po­
bre pueblo, renegando así de su cuna !