TIMOS Yliras - DSpace CEU

AÑO 1812. 325
gos, nadie sueña ya en uniformes, propios solo de los tiempos
aquellos en que los hombres eran lo que eran por el solo ata­
vío y nada mas.
¡Libertad, repito otra vez, libertad en materia de trajes! No
obliguéis en España al catalán á vestir como el andaluz, al va­
lenciano como el estremeño, al manchego como el aragonés,
ó al gallego como el castellano. El que quiera llevar zaragüelles,
¿por qué ha de ser forzado á suprimirlos, y á vestir pantalón ó
calzón corto? Yo estoy por la levita y por la chupa, por el
gorro y por la montera, por la calcilla y por la polaina. ¡Bueno
fuera que yo, por calzar bota, proscribiera en los demás el za­
pato! ¿Qué digo el zapato? Ni el zueco. ¿Pero qué digo el
zueco? Ni la abarca.
Ahora bien, diputados de Cádiz: si lo que voy diciendo está
bien dicho, como yo (salvo meliori) lo creo, ¿ hay ni pizca si­
quiera de razón en ataviar á todos los españoles con un mismo
é idéntico traje ? ¿ No veis que puede ser ancho ó estrecho, y
también largo ó corto de talle, según sean flacos ú obesos, y
altos ó de baja estatura, los cuitados que lo han de vestir? ¿No
conocéis que si lo hacéis de paño, podrá alguno sudar y aun
derretirse, y que si es para todos de gasa, habrá quien tirite
tal vez? ¡Oh dolor! ¡Oh tiempo perdido! ¡Oh magnífico dis­
curso de Arguelles,basado todo, todo, todo, todo en la mono­
tonía del vestido! ¡Oh antiguas tradiciones españolas, larga y
prolijamente consultadas respecto del particular, y al cabo,
postre y fin desatendidas!
Yo en vuestro lugar, diputados, hubiera regalado á la Espa­
ña un magnífico manto esterior, y tal que de él, si fuese nece­
sario, se pudieran sacar otros tantos como tiene provincias di­
versas. A esto hubiera quedado reducido mi prurito de unifor-