TIMOS Yliras - DSpace CEU

AÑO 1810. 247
os recriminaremos los que no sabemos curarnos del germen que
engendró la dolencia? llamas sois desprendidas del árbol, y lo
sois como era preciso, como eslaba escrito que fuese.... ¡siguiendo
la suerte del tronco!
Dejemos, empero, este punto, que es de los que producen es­
plín , y quiero contemplar otra escena, y mudar de lenguaje y
de tono. ¿Qué diautres sucede en las Cortes que está el diputado
Tenreyro gritando como un energúmeno, y está Morros haciendo
visages, y Creus y Morales Gallego, y hasta el mismo Rodríguez
de la Barcena, refunfuñan y bufan á trío, mientras les hace el
coro á lo moscón el resto de la gente retrógrada? Grave debe de
ser el mal que amenaza á la Iglesia de Dios, al Estado y á las
buenas costumbres, según se llama para conjurarle hasta la auto­
ridad de los Concilios y la intervención de la Santa. ¿No sabrán
ustedes decirme qué especie de heregía ó blasfemia han soltado
los labios de Arguelles, que así se escandaliza de oírle la parle
timorata del Congreso? Horror! profanación! Ese hombre, ese
diputado elocuente, ese representante liberal, ese orador divino,
como el Pueblo va á llamarle bien pronto.... ese picaro de Ar­
guelles, en fin , se ha atrevido á sentar la espantosa, la anárquica,
la horrible, la impía, la anti-católica proposición de que España
para ser libre necesita tener imprenta librel ¿Lo oyes, Júpiter, y
no lanzas tus rayos sobre ese demagogo insolente? ¿Para cuando
son tus centellas, tus relámpagos y tus truenos, si no los empleas
aliora? ¡Libertad de imprenta i! ¡qué horror! Para que de la noche
ala mañana salgan á relucir las picardías de los opresores del Pueblo,
como si al Pueblo le importara un bledo que haya picardías ó no;
para que ese Pueblo se ilustre, cual si mantenerle en las sombras
de la mas profunda ignorancia no fuese la primera obligación de
los hombres que se llaman de Estado; para que la nación abra los