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504 TIKIOS Y TROYANOS.
noviembre, siendo acojido por los espectadores ó con marcadas
muestras de disgusto, ó con significativo silencio. El lenguaje
de los periódicos fué al tenor de las conexiones que los unian
á los Diputados, ó consecuente con su independencia, siendo
así aprobatorio el de unos, aunque no sin dejar traslucir cier­
tos remordimientos de conciencia, y anatematizador el de otros,
distinguiéndose entre estos últimos por el calor de sus invecti­
vas el DIARIO MERCANTIL DE CÁDIZ , « eco de los parciales del
intruso, » como dice cucamente Toreno, mas « no en esa cues­
tión, » añado yo, con lo cual pierde el dicho la gracia. Por lo
que toca á nuestros generales, murmuraron por lo bajo algún
tiempo, pero luego se encojieron de hombros, arredrados con
la consideración de los males que podrían seguirse de romper
decididamente con el malhadado decreto. Menos sufrido ó mas
pundonoroso, negóse Ballesteros á acatar una orden en la cual
lord Wellington le mandaba, antes de ser reconocido como tal
general en gefe, pusiese en movimiento sus tropas, tras lo cual
añadió á su negativa una representación al gobierno, espresán­
dole con calor sus sentimientos de españolismo, y pidiendo al
ministro de la Guerra aceptase su dimisión , si se insistía en
llevar á cabo la ofensa que el decreto irrogaba á la dignidad
nacional. Irritóse la Regencia del Reino con la supuesta insu­
bordinación de aquel valeroso caudillo, y así resolvió castigarla,
siendo el resultado final de este lamentable incidente ser Ba­
llesteros confinado á Ceuta, sin que él por su parte opusiese la
menor resistencia al mandato, ni menos procurase atraerse la
tropa que tenia á sus órdenes, como mal informado sin duda,
ó mal prevenido tal vez, supone el citado Toreno. ¿Y el país?
El país vio la cosa de la misma manera á no dudar que los de-
mas caudillos españoles, murmurando allá interiormente y en-