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f IS TIRIOS Y TRÓVANOS.
V ahora, perdonad, lectores niios, si me he detenido cu este
asunto mas de lo que vosotros queríais, y aun mas de lo que yo
deseaba. Los franceses nos han llamado necios por haber recha­
zado esa reforma, y fuerza ha sido ver hasta que punto era razo­
nable el aserto.La necedad, si es que la hubo, no estuvo en eso ni
en recojer el guante que Napoleón nos echó : estuvo en lo que
todos sabemos en lo que á su tiempo diré, por si alguno ha
olvidado la especie.
Jurada por José y por el Congreso la Constitución de Bayona
el dia 7 de julio , cerró el último sus sesiones, decretando la acu­
ñación de dos medallas en celebridad de tan fausto suceso. Afán
por aumentar el monetario. Tras esto, dirijicronse todos los dipu­
tados á felicitar á Napoleón, quien contestó á la arenga del Presi­
dente Azanza con un discurso larguísimo, hablando mucho y mal
y oscuro y frió, cosa tan notable en el grande hombre, que bien
merecia la pena de perpetuarse también con otra tercera medalla.
Luego nombró José su ministerio, reduciendo á 7 los ministros
que, según lo observado mas arriba, podian ser 9. Urquijo tomó
asiento en la poltrona de Estado; Ceballos en la de negocios exlran-
geros; Piñuela en la de justicia y negocios eclesiásticos;Cabarrús en
la de Hacienda; Ofarril en la de guerra; Mazarredo en la de Ma­
rina, y en la de Indias Azanza. A Jovellanos, recien salido de su
prisión en Mallorca pocos dias después de la elevación de Fernan­
do vii, ofrecióle José con instancia el ministerio de lo Interior, v
á él unido el de Policía; pero aquel español eminente vio que la
merced era cara para comprarla á costa de su honra, y dando una
higa al intruso y otra á sus ilustres secuaces, los dejó con un
palmo de narices. Yictrix causa Dlis plaruit, sed vicia Catoni.
Infantado y el príncipe de Castelfranco, los duques del Par­
que y de Hijar, el marqués de Ariza y el conde de Fernán Nu-