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TIMOS Yliras - DSpace CEU

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afectaba serenidad , y aun estaba curado de espanto por lo que tocaba á este<br />

punto, porque ¿quién era el guapo que se hombrease con él, ó qué se atre-<br />

\icia á toserle? Aranda, de quien tengo ya hablado, amenazóle un dia con<br />

el puño nada menos que en pleno consejo; y el debate acabó por recibir el<br />

Conde un puntapié que le plantó en Jaén de un solo golpe, y otro des­<br />

pués que le zampó en la Alhambra, y otro mas adelante, por fin, que<br />

dio con sus huesos en Épila, pudiéndo dar mil gracias á Dios con que<br />

no se los tostase la santa. ¿Pues, y el brigadier Malespina? ¿Y la mar­<br />

quesa de Matallana? ¿Y el padre Gil de clérigos menores? ¿No se em­<br />

peñaron los muy insolentes en intrigar contra el valido , y no se mamaron<br />

por ende, el primero diez años de prisión , la segunda otros tantos de calceta,<br />

y el tercero ansimesmo otros diez de justa expiación en una celda, mas oscu­<br />

ra y estrecha que su manga? Nada digo del pobre Saavedra, ni del buen Me-<br />

lendez Valdés, ni de aquél Urquijo de tanta chispa como falto de seso en oca­<br />

siones, ni del Arzobispo Fabián, ni de los obispos de Cuenca y de Sala­<br />

manca, ni de otros personages de valía que cayeron también en la desgracia<br />

del omnipotente privado, ó en la de alguno de sus testaferros, que para el<br />

caso viene á ser lo mismo. ¿No fueron lodos ellos los primeros en incomodar<br />

á su amo, cada cuál á su modo y estilo? Pues si los unos querían lan­<br />

zarle del poder, y otros eran amigos ó parientes de los que pensaban así, y<br />

otros deseaban reformas algo mas liberales de lo que entonces permitían las<br />

circunstancias, y otros en fin se hallaban mal con los caprichos y con la<br />

arbitrariedad del gobierno, nada mas natural ni mas lógico que procurar su<br />

gefe á todo trance sacudirse las moscas de encima, aun á trueque de come­<br />

ter algún nuevo escesillo, ó de confundir á ras veces mas de cuatro hombres<br />

de bien entre alguno que otro culpable.<br />

Consideraciones son estas que convencerían á un turco, cuanto mas á<br />

unas gentes tan cristianas como las de entonces lo eran. ¿Que habría sido<br />

de nuestra católica España, si Jovellanos, pongo por ejemplo, hubiera con­<br />

seguido dar el traste con el Redentor de la Monarquía, como María Luisa<br />

le llamaba? ¿Donde habríamos ido á parar, á salirse el tal hombre con la BU-<br />

>;i, poniendo en combustión al pais con sus máximas revolucionarias, cuando<br />

no ueterodojas ó impías? Él quería anUtodo virtudes y moralidad en el man­<br />

do; y harto aflijido se hallaba el gobierno con sus trampas y apuros á cues­<br />

tas, para venirle además con sermones y con querer quitarle la tal cual dis­<br />

tracción que en medio de sus grandes pesadumbres le proporcionaban los vi­<br />

cios. ¿ A qué venia por otra parte meterse en censurar vidas agenas, y decir

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