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AKo 1808. 441
íntrrj de Tina prudenc ra y de una pesadez insoportables en lo
gubernativo y lo político, pudiendo mas que el celo de sus miem­
bros el imperio fatal de la rutina y de las vejeces pasadas. Destar­
talada la admnislracicn, exijia una mano vigorosa que la organi­
zase de nuevo, y entre aquellos hombres ilustres, residuo ventu­
roso al parecer del reinado de Carlos III, no hubo siquiera uno que
enunciase la mas insignificante idea regeneradora que á lo admi­
nistrativo atañese, ni aunen sentido centralizado!*. Ninguno de
ellos comprendió la época que nueva ante sus ojos se abria. Poco
numerosa la junta para discutir con acierto las providencias legis­
lativas, abundaba demasiado en vocales como poder de acción ó
ejecutivo, siendo bajo este concepto anti-ecntralista en su esencia
cuando mas blasonaba de Central. Hábil para darse importancia
con es Icrioridodes inútiles, no lo fué para basar su ascendiente ni
en la previsión de sus cálculos, ni en lo fecundo de sus pensa­
mientos, ni en la combinación de sus planes , ni en lo desemba­
razado de su marcha, ni en nada que, escepluando el patriotismo,
indicase la oportunidad y escelencia de ese suspirado poder á qu e
nuestros grandes políticos creyeron conveniente recurrir.
Las Juntas de Sevilla y Valencia quisieron poner cortapisas á
las facultades de un cuerpo, que lan ^claramente indicaba lo ma^
que comprendía su encargo desde el momento mismo de instalarse,
decorándose puerilmente con el título de Mageatad , dando á su
Presidente el de Alteza, y el de Esceknria á cada diputado, des­
placiendo á las gentes sensatas con ese vano amor al oropel de los
tratamientos de Corte, con la tontuna de ponerse al cuello de cada
nno de sus individuos los dos mundos emblema de su mando en
uno y en otro hemisferio, y con su poco tacto en decretarse ciento
veinte mil reales por barba , contra los miramientos que exija su
misión altamente popular. La Central no hizo caso de las quejas