TIMOS Yliras - DSpace CEU

592 TIRIOS Y TROYANOS.
ni dar lugar á que los imperiales pudieran sorprender el se­
creto de tu dirección verdadera. ¿Llevan los soldados que guias
zapatos de corcho en los pies, que nadie ha apercibido sus pi­
sadas hasta vérselos encima de sí? ¡Bravo, Generalísimo, muy
bien! Te anunciaste por la derecha, y vienes por la zurda....
¡magnífico! Esa maniobra te honra, y ó mienten las señales que
noto, ó según vá moviéndose el resto de los bravos que te obe­
decen , tu cabeza ha combinado un gran plan, y has tenido ra­
zón en prevenir que hasta que tú lo verificases, nadie se me­
nease de veras.
Ahora bien: sorprendidos los franceses en la orilla derecha
del Duero ¿á qué se empeñan tan inútilmente en no abandonar
esa línea? Huid, imperiales, huid, que no se contraresta con
éxito irrupción tan inesperada. El generalísimo inglés ha echado
vuestros cálculos por tierra, así como ha burlado los míos, y ni
el rio en cuestión, ni el Pisuerga pueden servir de obstáculo
á su empuje. ¿Masqué digo el Pisuerga? Ahí está el Ebro, y
es en vano igualmente interponerle entre vuestra fuga y su
avance. Huid, pues, de Burgos también, como habéis tenido
que hacerlo de Salamanca, de Zamora y Toro, de Toledo y
Yalladolid; huid y no os paréis en Vitoria.... que si en 1808 os
sirvió de refugio ese pueblo, el lauro que entonces perdimos
va á brotar para los aliados ahora, y es tentar á Dios pretender
que lo despreciemos dos veces. ¿No me oís? Pues bien! aña­
did á tantas derrotas parciales como señalan vuestra retirada, la
que vá á coronarlas ahora á la vista de esa ciudad. ¡Rey José!
tu reinado concluye. ¡Jourdan! prepárate á despedirte del man­
do de Mayor general. ¡Gazan, Drouet, Reille! El valor con que
sostenéis la refriega, es ya impotente para disimular las bascas
de la última agonía con que lucha el imperio francés en el ter-