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AÑO 1813. 579
pues, á instruirles de los beneficios que les prepara la Cons­
titución; decidles como queda pura, íntegra, ilesa la religión de
sus padres; fijad su opinión, si se hubiese estraviado, y á aque­
llos pueblos que aun se hallan disidentes porque no cono­
cen los deseos y las verdaderas intenciones del Congreso na­
cional, decidles que los mayores enemigos de la esclavitud no
pueden desear mayor libertad que la que les asegura esta me­
morable Carta de nuestros derechos. Haced que bien instrui­
dos en sus obligaciones y noblemente fieros de su dignidad,
piensen como españoles; que por sus virtudes sociales y mo­
rales sean el modelo de todos los pueblos de la tierra, y que
la ciudadanía española sea como fué en otro tiempo la roma­
na, ambicionada por los reyes.»
Esta arenga, como se vé, no aspiraba á erigirse en mode­
lo; pero la fé con que se pronunció produjo así en los Repre­
sentantes, como en el innumerable concurso que coronaba las
galerías, un efecto verdaderamente notable, derramando abun­
dantes lágrimas, al decir del Diario de las sesiones, espectado­
res y diputados, y prorumpiendo lodos en aplausos y entusias­
tas aclamaciones, victoreando á la Nación, á la Constitución, á
las Cortes y al Gobierno. Restablecido el silencio, volvió el
Presidente á tomar la palabra, y después de manifestar que de­
jaba recomendadas á las próximas Cortes ordinarias dos propo­
siciones que se habian presentado á la mesa, pronunció con
voz clara y firme la solemne fórmula siguiente:
«Las Cortes generales y estraordinarias de la Nación espa­
ñola, instaladas en la Isla de León el dia 24 de setiembre de
1810, cierran sus sesiones hoy 14 de setiembre de 1813.»
El discurso del presidente de esta grande y memorable
Asamblea me ahorra el trabajo de reasumir los hechos que tu-