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TIMOS Yliras - DSpace CEU

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2"2N TlIilOS Y TIH'.l'.lMIS.<br />

jeto de bostezos y silbidos, determinó que hubiese espectadores<br />

testigos de tanta torpeza. Gracias á ese mal pensamiento, fueron<br />

públicas las sesiones; pero el diablo la erró de medio á medio,<br />

porque al darnos en la publicidad una de las bases primeras del<br />

gobierno representativo , no consiguió que aquella reunión ofreciese<br />

el ansiado espectáculo de un Congreso compuesto de tontos, como<br />

se lo habia creído. Y no porque no los hubiese, que stulforum<br />

infinitus est numerm; pero arredrados con la consideración de que<br />

los escuchaba lodo un público, limitáronse por de pronto I06<br />

torpes á votar cuando les tocase, permaneciendo mudos entretanto <<br />

como no lo hubieran hecho tal vez á haber sido las sesiones secre­<br />

tas. Con esto inauguraron el débale los que lo podian hacer con<br />

fundadas esperanzas de éxilo; y aplaudidos en vez de silbados los<br />

noveles improvisadores, conoció el Gobierno bien pronto que el<br />

que habia dado de hocicos, no era el cuerpo naciente, sino él.<br />

Y no fue ese solo percance el que hubo de sufrir la Regencia,<br />

sino que teniendo en las Cortes una considerable mayoría, puesto<br />

que los mas de sus miembros eran absolutistas como ella , fuerónle<br />

casi siempre contrarios mas de la mitad de sus votos, sucediendo<br />

con mucha frecuencia que después de haber sostenido en la discu­<br />

sión principios los mas repugnantes á la causa de la reforma, cuan­<br />

do llegaba el caso de votar, lo hacian con el bando reformista.<br />

Parte de este raro fenómeno consistía en que muchos de aquellos<br />

hombres eran genle de buena fé; y al oír en el curso del debate<br />

las razones de la minoría, espresadas con toda la elocuencia, con<br />

todo el entusiasmo que inspira la causa de la Libertad, convencían­<br />

se de su error, y acababan por fallar lo contrario de lo que en sus<br />

discursos sostenian. Pero no era esa sola razón la que los arrastra­<br />

ba á obrar así. Diputados que entre cuatro paredes y sin importu­<br />

nos testigos se hubieran decidido tal vez á sostener la causa abso-

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