TIMOS Yliras - DSpace CEU

608 TIRIOS Y TROYANOS.
entrega S. M., mientras los que se llaman sus vasallos admiran
á la Europa y al mundo no se si por lo heroicos ó lo tontos, su­
cumbiendo por él en la lucha, ó cayéndose muertos de ham­
bre? Mucho se podria decir en tan interesante materia; pero
esta primera jornada se ha dilatado ya mas de lo justo, y pre­
ciso será terminarla sin descender á tales pormenores, por­
menores que por un lado pertenecen en su mayor parte mas
bien que á mi historia política, á la de las deidades de á seis
francos que tan justamente mitigan los padecimientos del rey,
y por otro no son necesarios para convencer al lector de que si
hay monarca en el mundo que merezca el nombre de tal, es
nuestro Fernando y no otro.
Triste, cabizbajo, sombrío, desalentado lo que no es deci­
ble después de la derrota de Leipsick, diríjese Napoleón á Pa­
rís con los destrozados residuos de su penúltimo ejército , y
perdidas las tres cuartas parles de su inmenso prestigio ante­
rior, entra en su silenciosa capital en los primeros dias de no­
viembre. Encerrado en su gabinete, lo primero que hace es ten­
derse en su lecho imperial, y allí, cubierto el rostro con las ma­
nos, permanece en esta actitud por espacio de unos segundos.
¿Es que oculta su vergüenza? ¿es que llora? ¿es que quiere re­
concentrar en un punto la inmensa muchedumbre de ideas que
se agolpan á su imaginación? Yo no lo sé; pero me parece que
tratándose de Napoleón, le bastan esos breves momentos para
hacer á la vez las tres cosas. Sea de esto lo que se quiera, ello
es que se levanta al instante, cuando apenas ha tenido tiempo
para ocultar su mengua, si es que la hay en desmoronarse un
coloso á consecuencia de su propio peso; para derramar una
lágrima, si efectivamente ha llorado; para formar una sola idea,
si su objeto ha sido pensar. Puesto en pié, su actitud es tran-