TIMOS Yliras - DSpace CEU

AOS 1810 101
Estos harones aventureros son siempre de la piel de barrabás;
pero vamos á nuestro asunto.
Provisto Colly de los documentos que debían acreditarle cerca
de la persona de Fernando como emisario del gobierno inglés; car­
gado de estampillas y sellos, órdenes, pasaportes y domas que se
juzgó oportuno para el caso; y dotado en fin de los fondos que en
su aventura necesitaba, y hasta de una escuadrilla prevenida en las
costas de Quiberon para no naufragar en la empresa , dirigióse via
recta á París en la noche del 9 de maizo de 1810, para trocar en
oro las alhajas y letras que llevaba consigo, hecho la cual en cuan­
to pudo hacerlo, empezó á poner en ejecución sus preparatorios de
viage al punto capital de su destino. Pero ¡oh desventura! el barón
debió de olvidarse algún día de persignarse como buen cristia­
no, porque el diablo tentó á un tal Alberto, secretario del mismo
barón, y Alberto dijo todo lo que había á la policía francesa, y la
policía francesa supo dar cuchillada al maestro, zampando en el cas­
tillo de Vícennes al esbirro del gobierno británico, cuando menos
pensaba el pobrecillo que pudiera descubrirse la trama.
Pues que! ¿creíais que Napoleón se dormía por su parte en las
pajas, ó qué no sabia el valor de tener él también un Fouché con
su policía secreta?
Descubierta de ese modo la intriga, quiso ver Bonaparle si el
zorro volvía el lazo contra el cazador, y al efecto trató de ganar al
malaventurado agente inglés, haciéndole seguir adelante para son­
dear á Fernando, y ver si este caia en tentación de tomar las de
Villadiego. El barón no quiso acceder, y prefirió el encierro de Ví­
cennes basta 1814, á que Napoleón por humorada le hiciese retor­
cer el gaznate como premio de haberse prestado á ese nuevo y
gracioso papel. El emperador, visto esto, encargó á Fouché hacer
la cosa por medio de un sustituto, y Fouché hizo venir á un tal R¡-