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404 TIRIOS Y TROYANOS.
lo mas tiol exacta y posible, hablando aun de las cosas secun­
darias que, aunque no lo son para el foro, deben considerarse
como tales en una Carta constitucional.
CAPITULO I. De los tribunales.—Reconocida desde el títu­
lo II la división de los poderes públicos como una de las bases
primeras en que descansa la Constitución, y habiéndose trata­
do ampliamente del legislativo y ejecutivo entre los principa­
les de aquellos, no faltaba respecto á este punto sino determi­
nar las funciones propias del poder judicial, con lo demás que
le es correlativo. El capítulo presente comienza por deslindar
esas atribuciones, proclamando el luminoso principio de ser la
aplicación de las leyes incumbencia suya esclusiva, sin que ni
la Corona ni las Cortes puedan atribuírsela jamás, así como los
tribunales no puedan por su parte entender sino solamente en
juzgar y hacer que se ejecute lo juzgado ¿Pero qué tribunales han
de ser los que ejerzan tan augustas funciones? La Constitución
nos responde que los competentes no mas, ó los establecidos
por la ley con anterioridad á los hechos sobre que versaren las
causas, prohibiéndose las comisiones como invención de la ar­
bitrariedad é instrumentos de tiranía. Tras esto viene la cues­
tión de fuero, y como la igualdad ante la ley exije que este sea
uno solo para todos los ciudadanos, la Carta se vé precisada á
declarar que así se verifique; pero hay un clero que la mete
miedo y hay una cimitarra que la asusta, y no bien proclama
la máxima á que acabamos de referirnos, vérnosla á pesar suyo
establecer fuero distinto del de los demás para los militares y los
clérigos. Establecidos á continuación los requisitos de haber na­
cido en el territorio español y ser mayor de veinticinco años
(edad que yo creo algo corla) para ejercer la judicatura, y de­
jando á la determinación de las leyes lo demás relativo á este