TIMOS Yliras - DSpace CEU

5V* TIRIOS T TROTAROS.
—¡Que se apruebe! que se apruebe el dictamen! gritaron otra
vez los fanáticos.
—Pido, dijo Gallego, en voz sonora, y alzando la cabeza media
cuarta sobre los demás Diputados: pido que se lea el acuerdo
que á consecuencia de una proposición mia tuvieron á bien
aprobar las Cortes á fines del año anterior.
—Y bien! ¿qué es lo que dice ese acuerdo?
— Que ninguna proposición que tenga relación con los asun­
tos comprendidos en la ley fundamental, sea admitida á discu­
sión, sin que examinada previamente por la comisión de Consti­
tución, se vea que no es de modo alguno contraria á ninguno de
sus artículos aprobados.
—Ay! ay! dijo Riesco entre dientes, leido que fué el tal
artículo: esto sí que nos echa por tierra.
—¡Vaya una salida de tono! esclamaron á trio Morros, Gutiérrez
de la Huerta y Borrull.
—Um! mala raira de Deul dijo Creus mirando á Gallego.
Y entre tanto al ruido anterior habia sucedido el silencio
en los tertulios de las galerías, siendo la frailería la única que
refunfuñaba algún tanto. Esto y ver á los retrógrados tímidos
encojerse de hombros y callar, hizo que decayesen de ánimo
los que no lo habian tenido sino en la lisonjera persuasión
de ganar la votación por sorpresa, quedando en consecuencia
aprobado que el espediente sobre Inquisición pasase á manos
de la Comisión de Código constitucional, al tenor de r
lo que
Gallego, con penetración tan notable, habia previamente pedido.
Tal fué el parto con honores de aborto de la preñez inquisitorial
en esta segunda embestida.
Faltaba la tercera, la última, la batalla definitiva. La comisión
de Constitución leyó su informe en 8 de diciembre de 1812,