TIMOS Yliras - DSpace CEU

482 TIRIOS Y TROYANOS.
tarudos españoles conociesen, como yo le conozco, al monarca
que en Fernando les espera! ¡ 4h, si ya que no le conocen á
él, me conociesen al menos á mí! Yo les daré cuanto sea da­
ble, aun cuando sea la Constitución con que de una manera
tan sublime acaban de responder á la que el fariseo de mi her­
mano les quiso embocar en Bayona. Yo me alzaré contra ese
mismo hermano, si tanto sacrificio es preciso para conquistar
el afecto del Pueblo mas heroico de la tierra. Yo seré lo que
quiera ese Pueblo, si él quiere que yo sea algo, porque sino
quiere, está visto que ni algo ni algodón he de ser.»
Tales eran, repito, los monólogos con que dando alguna
vez en el clavo, y otras (que eran las mas) en la herradura,
espresaba el desventurado José sus lamentaciones y cuitas al
verse cada dia mas distante de gozar pacíficamente las delicias
del dosel usurpado, delicias ay! á que sin duda alguna era mas
acreedor, aun siendo intruso, que no el otro arrastrándose á
sus plantas y á las plantas del Emperador con toda su legiti­
midad y todos sus derechos á cuestas. Irritado al verse pos­
puesto á un tan poco digno rival, estaba casi á punto de ven­
garse de la ceguedad española, dándole su Abelardo por mari­
do y largándose él á París, cuando se lo quitaron de la cabeza
unos ciertos entes con faldas, esto es, una dama amiga íntima
del duque del Infantado, un canónigo llamado la Peña, y unos
á manera de ensabanados de las juntas ó logias masónicas es­
tablecidas por los franceses y por la afrancesada pandilla en
varias poblaciones de España, con el piadoso fin de hacer pro­
sélitos al monarca rechazado por esta y de minar la causa na­
cional, tarea á que se dieron con ardor sobre todo en la ciu­
dad de Cádiz, residencia del gobierno legítimo, y por lo mis­
mo objeto preferente en que fijaron su consideración aquellos