TIMOS Yliras - DSpace CEU

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de las Cortes, y si llegare á hacerlo por desgracia, se entiende
que ka abdicado la corona; ni puede abdicar la corona en su su­
cesor inmediato, ni enagenar la autoridad real, sin el mismo con­
sentimiento; ni tampoco enagenar, ni ceder, ni permutar la par­
te mas pequeña del territorio español; ni disponer cn manera al­
guna de los bienes llamados nacionales, sin el consentimiento pre-
dicho; ni imponer por su propia autoridad, directa ni indirecta­
mente, contribución de ninguna especie, cualquiera que sea su
nombre, ó cualquiera que sea su objeto, debiendo aquellas ser
votadas siempre por los Representantes del pais; ni conceder á
persona ni corporación alguna privilegio ninguno esclusivo; ni ha­
cer alianza ofensiva, ni tratado especial de comercio con ningu­
no: potencia estrangera, sin el consentimiento en cuestión; ni
obligarse por ningún tratado estipulado con los estrangeros á dar
subsidios de ninguna especie sin el consentimiento referido; ni aten­
er á la propiedad de los particulares y corporaciones, ni tomár­
sela para objeto ninguno de utilidad común reconocida, no pre­
cediendo indemnización; ni privar á ningún individuo de su li­
bertad personal, ni imponerle por sí pena alguna, ni mandar
arrestar á nadie, aun cuando lo exija el bien público ó la segu­
ridad del estado, sin poner al presunto reo á disposición de su
juez, ó del tribunal competente, dentro de las cuarenta y ocho ho-
r
«s de haberse mandado el arresto; ni puede el monarca, por
último, proceder á contraer matrimonio sin dar parla primero á
tas Cortes para obtener su consentimiento, entendiéndose, si hace
1° contrario, que abdica también la corona.
No faltará quien diga que es durísimo imponer á un monar­
ca inhibiciones de la naturaleza de la última: pero crea cada
Cu
al lo que quiera: yo no la hallo sino muy en supuesto, como
tas demás que preceden. Así estuviesen todas redactadas con el