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528 • TIRIOS Y TROYANOS.
telam, salvo si resultaban en su contra sospechas de cierta gra­
vedad, porque entonces seguían presos tantos años cuantos
eran precisos para que el plazo fuese proporcional á los indicios
que les perjudicaban, tras lo cual se les ponia en el potro, y
saliendo bien de esta prueba, proclamábase su inocencia y
poníaseles en libertad. Por lo demás, aun confesando el crimen
y aun siendo condenados á muerte, tenían siempre todos el
derecho de apelar al Sumo Pontífice, bien que rara vez el con­
suelo de ver atendida la súplica. Tal fué la Inquisición espa­
ñola, en sus dos primeros siglos de vida.
En el tercero se reorganizó, y Castilla, libre en gran parte
de los suplicios y los quemaderos por lo que á los cristianos to­
caba, gracias á haber estos probado la sinceridad de su fé ester­
minando moros y judios, fué la destinada á impulsar la centra­
lización de su poder, como centralizaba en sus reyes el juego
de la máquina política. Los moros y judios convertidos á con­
secuencia de la persecución ascendían á un millón, poco me­
nos; mas no son el terror ni la fuerza los agentes de la pro­
paganda reservada al catolicismo. Aquella conversión no era
sincera, y bien pronto los nuevos cristianos comenzaron á darlo
á entender, profanando nuestras imágenes y volviendo á sus
creencias antiguas casi á la vista del cardenal Cisneros, aquel
grande hombre de Estado que habia hecho bautizar por fuerza
50 millares de infieles. Fernando, el regio esposo de Isabel,
aragonés por equivocación, usurpador del trono de Navarra, mo­
delo de reyes y príncipes en sentir de Nicolás Maquiavelo, Fer­
nando V, digo, ardiendo en zelo por la causa de la Religión y
en ansia de apropiarse los bienes de los que entre otros delitos
contaban el de ser opulentos, trató de castigar la apostasía. Era
entonces Pontífice Romano Sixto, V de este nombre también,