TIMOS Yliras - DSpace CEU

ARO 1812. 505
cojiéndose de hombros como ellos, todo por las razones suso­
dichas de los graves inconvenientes que habia en obrar de otro
modo, mirando en el decreto un artículo de previo y especial
pronunciamiento. Sin embargo, no falta quien diga que lo reci­
bió con agrado; y aunque esto para mí no es verdad, maldito
si repugna lo mas mínimo que efectivamente lo sea. En efecto:
el Pueblo español es muy original en sus cosas, sobre todo en
lo que toca á estrangeros. Cuando llama amigos á estos, cora­
zón, vida y alma que les dé, le parecen corto presente: cuan­
do los contempla con odio, ¡á Dios con mil demonios los tre­
bejos! ¿Cómo, sino, se esplica la locura con que .mientras
creyó que venían á dar libertad á Fernando y á emprender á
Godoy á puntapiés, recibia ese Pueblo á los franceses victorean­
do y con los brazos abiertos, para luego venir á parar en los
trabucazos de Mayo con todo lo demás que siguió, al verse vil­
mente engañado y traidoramente vendido? Así, nada tendría de
estraño que al ver condecorado á Wellington con el supremo
mando del ejército, hubiera con efecto mirado en la merced
que se le concedía, uno de tantos medios de espresarle nuestra
buena correspondencia á sus últimos servicios prestados; pero
repito que ni aun eso hubo, y que la aquiescencia del pais á
la providencia en cuestión, no fué en la mayoría sino efecto de
la circunspección y prudencia que el buen sentido le recomen­
daba, obligándola á elegir mal su grado, éntrela odontalgia y
el cólera, el mal menor, el dolor de muelas (1).
(1) Aun hay otra razón todavía para que la nación no se escandalizase
en los términos que debiera con motivo de aquel nombramiento, y es lo
habituada que debia de estar á ver desde muy antiguo invadidos sus empleos
y cargos públicos, tanto civiles como militares, por gente no nacida