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Affo 1809. 433
comprendió que la cuestión aquella no era de las de ejército á
ejército , como en otras cuestiones sucede. España tiene condi­
ciones propias para ser gobernada á su modo , y las tiene para
ser defendida , pugnando á su manera también. España es la na­
ción de Viriato en los mas de sus hechos militares : los Gonzalos
de Córdoba en ella podrán ser accidentes dichosos; no empero con­
diciones de existencia. Examinad su historia y lo veréis.
No teníamos, pues, grandes genios para las empresas campa­
les; pero no hacían falta tampoco. Habia un Pueblo y hombres
de ese Pueblo: ¿qué importaba en la esencia lo demás? ¿Valía aca­
so mas Napoleón al frente de sus huestes imperiales, que Palafox
con los Zaragozanos, y Alvarez, el terrible y grande Alvarez, den­
tro de las murallas de Gerona?
No, no humilla el orgullo español la carencia por regla gene­
ral, en los días á que me redero, de eminentes hombres de guer­
ra para las acciones en grande. Batidos nuestros gefes sin ce­
sar , se les via erguirse otra vez, y otra y otras ciento detras, co­
brando como Anteo nuevos brios á medida que tocaban la tierra.
El Hércules del siglo no pudo ahogarlos jamas con sus brazos. He­
cho trizas un ejército entero, reuníanse sus tristes reliquias en pun­
tos de antemano convenidos, y volvían de nuevo á la lucha, para
ser nuevamente derrotadas y tornar á la lucha otra vez. Esa tena­
cidad, ese heroismo, prueban al mer os grande corazón, y los latidos
de este en ocasiones valen mas que la misma cabeza. A regirnos
por los cálculos de esta, hubiéramos quedado vencidos. Vencimos
porque no calculamos, porque tuvimos alma y corazón.
Pero no, que huvo cálculo también. Húbolo en el bravo Mi-
lans y en todas las partidas catalanas, conocedoras de la forma y
modo y de la sazón oportuna en que debian atacar ó huir, empe­
ñar la acción ó esquivarla , venir por retaguardia ó por el frente,