TIMOS Yliras - DSpace CEU

AÑO 1813. 383
creencia! Las Cortes no debieron profesarla sin estar seguras
primero de la decisión popular en favor de las nuevas refor­
mas, y la profesaron no obstante sin tener esa garantía, y que
no la tenían lo prueba el miedo que empezaron á mostrar des­
pués del rompimiento con el clero, miedo que en el discurso
de Gordoa hace tan señalado papel, como lo indican esas reti­
cencias relativas á la Inquisición, cuya abolición no se nombra
cuando tanto se recalca en la idea de que la religión está se­
gura, encargando á los diputados que así lo persuadan al Pue­
blo. ¿Eran estos los medios de acción con que la Asamblea
contaba para sacar á debido puerto la nave constitucional, ca­
so de arreciar la tormenta?
Pero en medio de esos errores, ¡qué buena fé la suya, qué
honradez, qué hidalguía de sentimientos, qué deseo de obrar
lo mejor el que todos sus actos revelan! Si los estravíos huma­
nos pueden alguna vez hallar gracia á los ojos de la filosofía,
es indudablemente cuando parten de corazones puros y magná­
nimos como los que latian allí, sin mas fin que realizar el
bien, sin interés ninguno personal, sin otra mira que la felici­
dad pública, prendas que no podrían negarse sin la mas evi­
dente injusticia á los mas de los individuos de todas opiniones
y matices componentes aquella Asamblea. Algo debe también
concederse á lo espinoso de las circunstancias, escusa suficien­
te sin duda, no ya á los suyos, á mayores yerros. Su Carta no
fué la mejor, pero al menos nos dieron una, y ella nos sirvió
de bandera cuando no nos quedaba un girón de la de nuestras
antiguas libertades para agruparnos á su alrededor en las bata­
llas contra la tiranía. A ella somos los españoles deudores de
lo poco que tenemos en materia de Libertad; por ella fué im­
posible para siempre el despotismo definitivo; ella abrió los