TIMOS Yliras - DSpace CEU

ANO 1812. 421
que opongo al escudriñamiento profano, son el límite divisorio
entre mi reino y el del municipio. ¡El municipio! Autoridad sa­
grada dentro del pago ó tribu en que se ejerce, tanto como la
mía pueda serlo en el interior de mi casa! ¡El municipio! Aso­
ciación augusta de otros gefes de familia cual yo, cuyos fueros
iguales á los mios nos nivelan recíprocamente, y en la cual na­
die es subdito de otro, siéndolo todos de la asociación! ¡El mu­
nicipio ! Templo levantado por el interés personal á los intere­
ses comunes; escuela de abstracción que modifica mis primeras
ideas de egoísmo, empezando á enseñarme las mas altas de ge­
neralidad y bien público; primitivo paso del hombre que co-
comienza á iniciarse en los misterios de la ciudadanía y de la
patria! ¿Quién disputará con justicia á esa sociedad patriarcal el
derecho de regirse á sí propia como mejor lo exija ó se lo ins­
pire el interés de comunidad? ¿Quién desconocerá que el co­
mún es á los vecinos del pueblo lo que el techo doméstico á[mí?
Pero esa sociedad no es la única: en el valle inmediato hay otra
tribu, y otra al pie de aquella colina, y otra allá á la orilla
del rio, y otra en el declive del monte. Iguales todas ellas
entre sí, ¿lo serán respecto al conjunto? ¿No habrá un pensa­
miento instintivo que inspire al hombre la federación, como le
inspiró el municipio?
Aquí el sentimiento egoista sufre otra nueva modificación,
y las ideas que antes no abarcaban sino lo que descubre la vista
desde el campanario de un pueblo, se elevan ahora á otra al­
tura donde el horizonte es mas vasto, horizonte que muere en
'as montañas como antes terminaba en los collados, y donde el
que no veía poco ha sino su familia primero y las de sus ami­
gos después, vé ya las de otros que le son eslraños, mas cuyos
intereses recíprocos los obligan á unirse entre sí, proclamando