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sus compañeros, y esto no en cuestiones secundarias, sino en
las mas importantes y vitales, tales como la sanción regia, im­
pugnada con no poco calor por Castelló y el conde de Toreno,
la de la diputación permanente, combatida asimismo por Cap-
many, y la de la Cámara única, institución á que se oponían
casi los mas de los reformadores. Estaba, pues, escrito que ven­
ciese la causa de la Libertad, aun antes de tener un partido
organizado para defenderla; mas ay! eso mismo fué luego el
motivo principal é inmediato de perderse el triunfo adquirido,
porque ¿cómo era posible sostener el embate de las huestes
disciplinadas de la tiranía, no teniendo esa causa falanges de­
bidamente regularizadas para contrastarla con éxito? Los libe­
rales de 812 lo eran todo menos hombres de acción.... pero
no adelantemos ideas, ni lloremos la triste catástrofe que esta­
ba reservada á su obra, antes de tener el consuelo de celebrar
su triunfo bien que efímero.
Era el dia 19 de marzo de 1812, dia de fiesta para los
españoles, como que en él solemnizaban todos el cuarto aniver­
sario del motin que habia colocado en el trono ásu caro Fernan­
do el Deseado, y festivo y placentero también para sus enemigos
los franceses y para la pandilla afrancesada, como que era el de
San José y dia por lo tanto del rey Pepe; y cual si no bastase
que en él hubiera dos sucesos que loar y que escarnecer á la vez
en ambos campamentos opuestos, ocurrióle al Congreso la idea
de celebrar en el mismo dia la promulgación de su Código, co­
mo en efecto lo verificó, dando principio la solemnidad por ju­
rar la Constitución los Diputados y la Regencia, y pasando des­
pués ambos poderes desde la iglesia de San Felipe Neri en que
se celebraban las Cortes, á la de carmelitas descalzos, edificio
situado en la Alameda, cubierta entonces de recientes hojas