TIMOS Yliras - DSpace CEU

612 TIRIOS Y TROYANOS.
perador en su carta, ni este nuevo Colly en su arenga me dan
Magestad todavia. Nada, nada, nada ! Quedémonos en guardia ,
por lo que pueda tronar.
—¿Qué contesta Vuestra Alteza Real? dice el conde de La-
forest.
—Contesto, responde Fernando, que un asunto tan serio co­
mo este y que tan de sorpresa me ha cojido, exije mucha reflexión
y tiempo para darle contestación, y asi cuando llegue ese caso, os
lo haré inmediatamente avisar.
La respuesta, como se vé, es demasiado ambigua por un
lado, y barto dilatoria por otro, para que satisfaga los deseos
del emisario del emperador, y así vuelve al dia siguiente, y
después otro dia, y luego otro, no sin pagar Fernando alguna
vez las visitas que se le hacen. Como lo que en ellas ocurre
no nos consta ni puede constarnos sino por lo que nos dice
un autor tan interesado en mentir como lo es el célebre Es-
coiquiz, no deja de ser grave apuro el en que yo me veo ac­
tualmente respecto á distinguir en su relato la realidad y la fá­
bula, la exactitud y la suposición; mas tratándose de un mo­
narca que en lo que hasta aquí vá narrado tantas y lan insignes
pruebas tiene dadas de magnanimidad y heroísmo, de entere­
za, dignidad y decoro, ¿cómo dudar de que en efecto es cierta
la firmeza que aquel le atribuye en cuanto á negarse á aceptar
de manos del Emperador la corona que quiere devolverle, si
para ello no se entiende primero con la heroica nación espa­
ñola? ¿Cómo sospechar ni por sueños que la siguiente carta
sea falsa, á lo menos en una porción de magníficas espresio­
nes en que el rucio enseña la oreja?
Señor, dice Fernando en respuesta á la epístola de Napo­
león: el conde de Laforest me ha entregado la carta que V. Ai. i.