TIMOS Yliras - DSpace CEU

72 TIRIOS Y TROYANOS.
por tercera vez. Napoleón hace un ¡esfuerzo para no reírse de lás­
tima, ó para no lloriquear de risa.. La reyna se interpone entre el
padre y el hijo.
— «Tu perdición, exclama esta, encarándose con Fernando,
te la habia yo predicho ya. Mira el abismo en que le despeñas, y
en que también nos hundes á nosotros. Alt! si no salimos de Es­
paña , nos hubieras hecho morir. Y bien! ¿ te has propuesto no
contestar? Tus mañas son las mismas que siempre: cuando come­
tías algún desacierto, no sabias jamas cosa alguna.»
— ¿Puedo ya responder, madre mía?
— Vamos chiticallando, señorito, ó le dejo á V. sin quijadas.
Y esto dicho, se dirije hacía él, y gracias á que Fernando se
aparta, que si no me le endiña un bofetón. Los oficiales del im­
perio que aguaitan el sainete desde afuera, entre ellos el tumbón
de Savary, se aprietan los carrillos con los puños. Napoleón cono­
ce que el escándalo pasa ya los límites razonables, y se apresura
á hacer caer el telón.
— « Príncipe, dice entonces, mintiendo como un desesperado
y afectando un tonillo casi épico: yo no habia tomado decisión
alguna hasta ahora sobre los acontecimientos que os han traído
aquí; pero la sangre derramada en Madrid pone término á mi irre­
solución. Esa carnicería no puede ser obra sino del partido de que
sois gefe, y cuya existencia trataríais vanamente de desmentir. Yo
no reconoceré jamas por rey de España al que lia sido el primero
en romper la alianza que desde tan antiguo apta las dos naciones,
al que ha ordenado la matanza de los soldados franceses en los
momentos mismos eu que solicitaba [de mí que sancionase la ac­
ción impia de destronar á un rey que era su padre. He aquí el re­
sultado de los malos consejos que á tal estado os han traído: de
nadie sino de los que os los han dado os podéis con justicia quejar.