TIMOS Yliras - DSpace CEU

38 TIRIOS T TRÓVANOS.
es largo, pero yo seré breve, y además trataré de amenizarlo cuan­
to de mi parte dependa. Quede el estilo grave y siempre grave pa­
ra el historiador de alto copete, ó para el que sin serlo en realidad,
aspire á remedarlo y parecerlo. Yo por mi parte creo que la his­
toria puede ser escrita á lo chusco, sin que desmerezca ni un ápi­
ce de las condiciones de tal; y que por lo mismo de ser desabrida,
necesita su sal y su pimienta, y hasta clavo y guindilla y ali-oli, pa­
ra excitar el gusto en las gentes que le son poco aficionadas, ó tie­
nen embotado el paladar. Esto no lo dicen los clásicos, pero lo di­
go yo que valgo tanto como el mas pedante de ellos. Fuera, pues,
rutinas de antaño y preocupaciones añejas; que si no las quiero en
política, no es justo que las siga, vive Dios, ni aun en el arte de
escribir historias. El ensayo no obstante es peliagudo, y lo es en
mas de un sentido; y de aquí qué yo implore de nuevo el favor del
que todo lo puede, para que me saque con bien, ó con el menor
mal posible, délos azares de mi doble empresa.
El siglo XIX, en que estamos , comenzó en España mas tarde
que en otras naciones de Europa. Yo al menos no descubro su exis­
tencia en los siete años primeros, ni el primer trimestre del octavo.
El reinado de Carlos es de mengua, de degradación, de ignomi­
nia ; y no quiero colgarle á la época lo que ella con justicia recha­
za. Pero si examinando aquellos tiempos, no acierto á dar en ellos
con lo que busco para tomar mi punto de partida en algún hecho
ó suceso que revele la vida de la España moderna, veo al menos
un largo preñado para dar á luz el chiquillo, siendo los dolores del
parto el célebre tumulto de Aranjuez, y Godoy y la Reina y Car­
los IV, y Escoiquiz y Fernando y demás adherenles los primeros
comadrones del lance, cada cual á su modo y estilo. Viene después
el comadrón en gefe, el gran Napoleón Bonaparte, y la inmensa
preñez llega á su término con tan poderoso auxiliar. Desde enton-